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Actualizado: 14 de octubre de 2025


Había siempre en el círculo una concurrencia media de cuarenta ó cincuenta personas que iban á comer; muchos militares retirados, solteros que por casualidad no estaban invitados y transeuntes como Tragomer. Disponían de una gran mesa de veinticinco cubiertos y de otras más pequeñas en los rincones y en el salón inmediato.

Los invitados de más distinción formaban grupo aparte en la plaza donde estaba instalado el buffet, manteniéndose lejos de las otras gentes reclutadas por la noble poetisa. Robledo vió en este grupo á los marqueses de Torrebianca, que acababan de llegar con gran retraso, por haber estado en otra fiesta.

Se hizo traer el paquete de los menú escrito en un papel imitación de pergamino con las iniciales doradas del dueño de la casa; llamó al secretario de su marido; le hizo escribir sobre cada uno el nombre de los invitados y luego fué por misma colocándolos sobre los platos.

Don Tello es uno de los invitados á estas bodas, en las cuales se halla también Leonor; pero mientras todos se abandonan al júbilo y á la alegría, y Don Rodrigo manifiesta su gratitud á su noble huésped, por el honor que le dispensa, entran en la casa armados los servidores de Don Tello y roban á la novia.

Llegaban parejas de aspecto distinguido, acostumbradas á la vida de los salones, vestidas con elegancia, y revueltas con ellas vió pasar á varios jóvenes de abundosa cabellera, que llevaban frac lo mismo que los otros invitados, pero se despojaban de paletós raídos ó con los forros rotos.

Cuando supo que el elegido era el conde de Sorege, bromeó diciendo: Son tal para cual... ¡Un hipócrita con una desvergonzada! ¡Qué dichoso cruzamiento! En los días en que Tragomer y Marenval estaban preparando su viaje, fueron invitados á comer en casa de la señora de Weller y se encontraron allí con Harvey, su hija y su futuro yerno.

«Ocurra lo que ocurra, añadió para misma, ese bribón verá en a una inocente y no a su cómpliceMantoux sirvió a la mesa, no sin haber tomado una buena lección de su protectora le Tas. Los invitados eran cuatro: había otros tantos criados para cambiar los platos, y el cerrajero no tenía más que mirar lo que hacían los otros.

Esto es por lo menos lo que contaban los criados, quienes, en tres ocasiones, lo habían encontrado por la mañana en esa actitud. En torno del ataúd de Olga los cirios habían concluido de arder. Los invitados, que hacía largo rato se mantenían en religioso silencio alrededor del catafalco, comenzaban a agitarse y a preocuparse de la cena.

En la nueva casa las reuniones iban á ser menos simples y austeras que en el alojamiento de Robledo. Sebastiana, que sólo creía en el mate, remedio, según ella, de toda clase de enfermedades y suprema delicia del paladar tuvo que servir á los invitados, ayudada por dos criaditas mestizas, varias tazas de agua caliente con una cosa llamada .

¡Ah, naturalmente! Pero los pasteles pertenecen a Belarmino y Apolonio, y ellos se gozan más en invitar que en ser invitados. Ellos lo han dado todo siempre, y no han querido nada para ellos. Yo no trataba en otro tiempo a Apolonio; solamente después que está en el asilo. Muy interesante, muy interesante. Es una cosa curiosa; Apolonio querría que yo no tratase a Belarmino.

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