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Actualizado: 16 de julio de 2025
Gentleman: queda usted autorizado para mover la cabeza, para levantarla, si es que puede, y para cambiar de postura con cierta suavidad, sin poner en peligro á la muchedumbre justamente curiosa que le rodea. En cuanto á mover los brazos ó las piernas, le aconsejo una completa abstención hasta nueva orden. Ya habrá visto usted que su primer intento dió mal resultado. Le ruego que no insista.
Puesto que dejan a mi elección el lugar del destierro se dijo, lo elegiré donde pueda encontrar alguna gloria. Iré donde hay peligro que correr y honor que alcanzar. Me haré matar o lograré distinguirme en la campaña. Y cuando regrese con una bandera, veremos si aun hay quien todavía insista en hacerme vestir la sotana y echar bendiciones a los fieles.
Sofía exclamó: ¡Su prometida! ¿Así estamos ya? ¡Se va a divertir esa joven en la vida conyugal si ya sospecha usted de ella!... ¡Qué chistosos son los hombres! No me haga usted responsable de sus chifladuras, querido. Dispénseme usted que insista, señora.
Pues bien, caballero, permítame usted asistir al ensayo de mañana. Ofrece aún tan poco atractivo, que sólo me atrevo a invitar a mis amigos. Razón de más para que yo insista, caballero. Y yo me considero muy honrado con que se digne usted hacerme tal petición. Me estrechó la mano y quedamos citados para el día siguiente.
Sería injusto comunicarle una impresión poco favorable, cuando a mí misma me ha parecido bastante precipitada y superficial para no querer atenerme a ella. Insistí yo, secretamente picado y deseoso de saber qué podía reprochar a mi amada Luciana, pero se negó obstinadamente a responder. No, no; estaría muy mal. No insista usted, porque perderá el tiempo.
Al volver a sentarse me dijo que no sabría descifrar el enigma planteado con mi contestación. «Quizá» le contesté «fuera indiscreto aclararlo sin su permiso.» «¿Y necesita usted de mi autorización para hablar?», me preguntó riéndose. «No se ría usted» le dije, «porque acaso hubiéramos de hablar de cosas serias... muy serias». «Vea, usted... señor... a mí me interesan siempre las cosas serias... a pesar de ser una muchacha como cualquiera... Cuando vienen ciertas personas a visitar a tata y hablan de «cosas serias», yo me entretengo mucho más que con las conversaciones de mis amigas... ¿qué raro, eh?» «En un espíritu selecto como el de usted» le respondí, «eso se explica; pero, desgraciadamente, mi conversación no tendrá aquel carácter, y permítame que insista en pedirle su permiso para hablarle de las «cosas serias» a que me he referido.» ¿Y quieren creer ustedes lo que me dijo?... Pues me preguntó con una ingenuidad insuperable: «¿Usted va a comer con nosotros?» Yo me quedé como aturdido y sólo atiné a decirle: «Creo que usted no está segura de que su señor padre venga a comer...» «Por eso le pregunto» me contestó, «para mandarlo buscar.» «Pues bien», le dije, en una forma que no pude reprimir, «de usted depende que acepte su inestimable invitación o que me retire inmediatamente, y acaso para siempre». Yo había visto a la Pampita sonriente, amable, bromista, seria, sin perder el gesto de suprema bondad que la distingue: ¿te acuerdas, Lorenzo?
No desmayéis en predicar el Evangelio de la delicadeza a los escitas, el Evangelio de la inteligencia a los beocios, el Evangelio del desinterés a los fenicios. Basta que el pensamiento insista en ser en demostrar que existe, con la demostración que daba Diógenes del movimiento , para que su dilatación sea ineluctable y para que su triunfo sea seguro.
Tiene usted amigos en su casa á quienes obsequiar, ha oído en el teatro á Jenny Hawkins y tiene el capricho de hacerla venir... Si él hace objeciones, insista usted, pero no nos descubra. Esté usted tranquilo. Yo pediré á usted solamente una invitación para un joven inglés amigo mío, que irá por la noche á su casa de usted á tomar una taza de te. ¿Cómo se llama?
Si el novio se allanara, y sería lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, nosotros haríamos la boda. Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible.
Palabra del Dia
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