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Actualizado: 8 de junio de 2025
Al entrar, Pepita y yo nos damos la mano, y al dárnosla me hechiza. Todo mi ser se muda. Penetra hasta mi corazón un fuego devorante, y ya no pienso más que en ella. Tal vez soy yo mismo quien provoca las miradas si tardan en llegar. La miro con insano ahínco, por un estímulo irresistible, y a cada instante creo descubrir en ella nuevas perfecciones.
La pobre madre se estremece al ver la mezquindad del sitio destinado al reposo de su hijo. Aquello es insano, no tiene bastante ventilación...; ¡si Andrés se pusiera enfermo!... No corre, vuela en busca del capitán.... Quiere gratificarle..., comprar un poco de comodidad para aquella inocente criatura.
Y acaso hubiera llegado a ella sin novedad si en aquel momento no viese aparecer por la puerta a la causante de los bofetones, a Eulalia, que entraba en el comedor seguida de su mamá. Verla y sentirse poseído de insano furor fue todo uno.
Pero no fue posible, porque hasta el término de la comida no se habló más que de Mauricia, de los protestantes y del insano vicio de la embriaguez; y por fin, Nicolás sacó a relucir sucesos ocurridos en las Micaelas, evocando el testimonio de Fortunata.
Qual suelen las ovejas descuidadas, Siendo del fiero lobo acometidas, Andar aqui y alli descarriadas Con temor de perder las simples vidas: Tal niños y mugeres delicadas, Huyendo las espadas homicidas Andan de calle en calle, ó hado insano! Su cierta muerte dilatando en vano. Al pecho de la amada nueva esposa Traspasa del esposo el hierro agudo, Contra la madre, ó nunca vista cosa!
Enamorado me ha El donaire del garzon; Yo los doi en conclusion. Dinero, y señal me da. Como te llamas me dí. Señor, Francisco me llamo. Pues has mudado de amo, Muda el Francisco en Maami. Eso no, señor patron, Francisco me has de llamar. El palo os hará mudar El nombre, y aun la intencion. Pues me aparta el hado insano De vos, señor, qué mandais? Hijo mio, que vivais Como bueno y fiel cristiano.
En medio de los rudos episodios del despertar de aquellas multitudes vieron pasar las familiares glebas, sobre el torrente de encontrados odios, la racha formidable de virtudes, la tempestad de las ideas nuevas. Y sobre el mar del popular tumulto, en la corriente de furor insano, como reliquia de inviolable culto, flotaba el arca del saber humano.
¡Pues yo le digo que me río de esa sociedad, de ese ingeniero y de usted que me viene con semejantes embajadas! exclamó aquél, aunque sin reirse como afirmaba, sino presa de un furor insano. Yo no hago más que cumplir un encargo, D. Félix... La sociedad quisiera entenderse con usted en buena armonía... ¡Le digo á usted que me río de esa sociedad! gritó D. Félix enteramente descompuesto.
Yo he conceptuado siempre vano el propósito de los que constituyéndose en avizores vigías del destino de América, en custodios de su tranquilidad, quisieran sofocar, con temeroso recelo, antes de que llegase a nosotros, cualquiera resonancia del humano dolor, cualquier eco venido de literaturas extrañas que, por triste o insano, ponga en peligro la fragilidad de su optimismo.
Y más no te he de decir, aunque tu furor lo intente, y aunque perezca inocente, por mi amor sabré morir. ¡Ah, la osada rebeldía! exclamó el xeque, la mano llevando, en su furia insano, al puño de su gumía. Su desventura midió la triste, cerró los ojos, y desplomada, de hinojos ante su padre cayó.
Palabra del Dia
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