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Actualizado: 1 de julio de 2025
Pepe la había festejado bastante en los últimos días. Comenzó a inquietarse. Al fin, ella misma vino hacia él. No ha estado usted anoche en el Real. ¿Guarda usted la Cuaresma? ¡Oh, no! dijo riendo el joven . Es que me dolía un poco la cabeza y me acosté temprano. ¡Claro! ¿qué había de suceder? Por la tarde montaba usted un caballo que no cesaba de saltar.
Los convidados principiaron a inquietarse y cuchichear indicaciones y sospechas que pasaron de boca en boca. Sospecho que para empezar ya me le ha roto la crisma. Le habrá metido en el túnel y allí le dejará emparedado, seguramente. Le tendrá en el suelo y estará sentada encima. Probablemente está hirviendo algo para echárnoslo; apartémonos de la puerta por lo que pudiera ser.
En la mochila había puesto los mejores pañuelos, los pocos víveres que guardaba en casa, todo el dinero. Su hombre no debía inquietarse por ella y los hijos. Saldrían del mal paso como pudiesen. El gobierno y las buenas almas se encargarían de su suerte.
Todo sonríe: no hay motivo para inquietarse. Mas, al avanzar hacia la Línea, cesa la brisa vivificadora y el aire se vuelve sofocante. Se penetra en la zona de las calmas que dominan bajo el Ecuador y separan inmutablemente los alisios de nuestro hemisferio Boreal de los alisios del hemisferio Sur. El cielo está cubierto de pesadas nubes; á cada momento llueve á mares.
Navegaba lentamente con sólo algunas velas, cruzando y recruzando las mismas aguas. Kaledine, al transcurrir dos días, empezó á inquietarse. Varias veces oyó Ferragut cómo murmuraba el nombre de Gibraltar. El paso del Atlántico al Mediterráneo era el mayor peligro para los que él esperaba.
No, eso no dijo la señora Hellinger. La señora Duquesa se ha dignado dormir hoy un poco más. ¡Dios del Cielo! exclamó de nuevo él. ¡Y nadie ha ido a verla! ¿Nadie sabe nada de ella? Doctor ¿qué te pasa? gritó el viejo Hellinger que comenzaba a inquietarse.
Al oír esto, que Maxi expresó con cierta elocuencia, Fortunata volvió a inquietarse, y llamó de nuevo a su tío, que seguía dando los ronquidos por respuesta.
Aurora se acercó otra vez a las señoras, y al volverse, su amiga le tocó un brazo. «Tenía que hablarte dos palabras... una cosita que te quería decir. Me estaba muriendo por verte. ¡Ingrata! ¡Sabiendo el gusto que me da tu compañía...!». Tienes razón dijo la otra volviendo a inquietarse, porque en la cara de su amiga advirtió algo que la puso en cuidado . Todos los días pensaba ir...
»Dice usted que su tío está cambiado. No debe usted inquietarse por eso, Antoñita. A cada cual se le ha de desear lo que más apetece, y siendo así que cuanto más abatido se siente él está más contento, tenga usted por seguro que cuanto peor le parezca que se encuentra tanto mejor juzgará estar el doctor.
Pero eres también siervo de tu vanidad y de tu ambición, y por lo tanto, eres siervo de los demás, sobre todo de mi marido y mío. La duquesa esperaba ver inquietarse a fray Facundo; por el contrario, el obispo respondió con calma: Es verdad; siervo, esclavo, en tanto no se me ordene algo contra mi conciencia. Quieres que tu sobrino salga diputado. Eso no va contra tu conciencia. Pues no saldrá.
Palabra del Dia
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