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Actualizado: 9 de junio de 2025
Dos hombres con grandes sombreros de palma se acercaron al carruaje: dos mocetones de cara aviesa, que nunca había yo visto. Pero también los adiviné. Eran de los que esperaban del general «una palabrita nada más». Iban á suprimir, indudablemente, al ingeniero.
Tengo la certeza de que si esto sigue, aún te verán alguna noche con una guitarra, en Las Arenas, cantando serenatas ante la ventana de mi sobrina. Aresti, por no molestar al ingeniero, cambió de tono y le habló con gravedad. Podía prepararse á sufrir disgustos. Aquello no sabía él cómo podía acabar; lo más probable era que terminase de mal modo. Lo sé dijo Sanabre con tristeza.
Tocole después a Amparito Ciudad contentar a todos los caballeros de la reunión, y empezó a ejecutarlo con suma discreción y donaire, contentando de la primera a los pollos, exceptuando al ingeniero Suárez, que se negó rotundamente a darse por satisfecho con ninguna de las proposiciones, y que muy quedo le dijo a la niña lo único con lo que se contentaría.
Maltrana comprendió que no debía esperar más del Ingeniero, y dejó de ir al Café de San Millán. La miseria les estrechaba cada vez con mayor crueldad. Feli estaba fatigada; había perdido la fortaleza de sus primeros días de labor. Avanzaba su embarazo.
Momentos después alzó éste su rostro para decir con balbuceos de emoción: Nada queda que hacer... ¡Muerto! Viendo que Canterac se aproximaba al grupo para saber lo ocurrido, Torrebianca salió á su encuentro, cerrándole el paso. El gesto triste del marqués, antes que sus palabras, revelaron al ingeniero la verdad.
El desarrollo de una ciencia puede compararse á una serie de colunas en las cuales se han marcado las distancias de un camino; el ingeniero que ha hecho las operaciones se sirve de los guarismos de las colunas, sin necesidad de recordar las operaciones que le condujeron á marcar la cantidad que tiene á la vista; bástale saber que las operaciones fueron bien hechas y que el resultado de ellas se escribió bien.
Se enfureció Pirovani, pero con una cólera ardiente, al recibir tal insulto en presencia de Elena. Y como su violencia de sanguíneo necesitaba pasar á la acción, por toda respuesta se arrojó sobre el ingeniero, abofeteándole. Inmediatamente los dos hombres se agarraron, luchando á brazo partido, mientras la Torrebianca, perdida la serenidad, empezaba á dar voces de espanto.
Gillespie tuvo que reconocer que la viuda estaba bien enterada de su existencia; tal vez por la indiscreción de un amigo infiel, tal vez por las informaciones de algún detective particular. En realidad, este ingeniero era algo dado al ensueño, gustaba mucho de la lectura, y en sus cajones, junto con los planos y los cálculos de su profesión, guardaba varios cuadernos de versos.
Cuando más, decía «no sé», y al decirlo, clavaba en su interlocutor una mirada luminosa y penetrante, vago destello del sin fin de ideas que tenía en aquel cerebrazo, y que en su día habían de iluminar toda la tierra. Mas el Peor, aun reconociendo que no había carrera á la altura de su milagroso niño, pensaba dedicarlo á ingeniero, porque la abogacía es cosa de charlatanes.
Deben ustedes estudiarlo. Para él no existe nada digno de aprecio fuera de las Thermópilas y Maratón. Odia á los medos y á los persas más que á los chicos que le roban la fruta. ¡Es curioso! exclamaba el ingeniero. Pero su enemigo mortal es Pericles. ¿Cómo? Sí, se ha empeñado en destruir su gloria, y busca y rebusca por todas partes algo que pueda socavarla.
Palabra del Dia
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