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Actualizado: 9 de junio de 2025
Pues, señor, que viene el yacht, y que Leto, al lado del inglés, aprende a manejarle en cuatro días, y que se me vuelve medio loco el hijo, ¡caray! de puro gozar en aquel... vamos, en aquel deleite, eso es, tan nuevo para él... y échate mar afuera los dos hasta perderse de vista, y vira acá y vira allá, dando con los topes en el agua y haciéndome a mí pasar las de Caín de susto y de congoja, eso es... hasta que me convencí de que no había tanto riesgo como aparentaba... En fin, señor don Alejandro, que Leto y el inglés andaban siempre como la uña y la carne; que llegó la hora de marcharse a otra parte el ingeniero, porque la mina salió huera, y que al marcharse le regaló el yacht a mi hijo, ¡caray! que quieras que no, con todos sus enseres y cachivaches... Eso es.
Las Aventuras de Gulliver murmuró el ingeniero . El gracioso libro de Swift ... ¡Cuánto tiempo hace que no he leído esto!... ¡Qué feliz era yo en los años que podía interesarme tal lectura!... Y Gillespie, tomando el volumen, lo abrió con una curiosidad risueña y algo desdeñosa.
Ella sólo apreciaba dos cualidades, como las únicas respetables en el mundo: una gran fortuna ó un nombre histórico, relacionado con las glorias del país vasco y de la religión.... Además, ingeniero de Dios continuó el doctor: tienes que luchar con Fermín Urquiola, que también parece que anda tras de la chica, no sé si por impulso propio ó empujado por la madre.
Körner, aunque muy metido en conversación con Mochi primero y después con el Gobernador militar y el Ingeniero jefe de caminos, vigilaba desde lejos, muy satisfecho de la conducta de su hija.
El ingeniero se fué levantando sobre un codo, y este pequeño movimiento derribó varias escalas portátiles que aún estaban apoyadas en su cuerpo y habían servido para el registro efectuado horas antes.
El ingeniero protestó, con el rubor del enamorado que vive en plena idealidad. ¡Pero, don Luis!; usted propone cosas... enormes.
Aunque aquélla no había disfrutado otro título honorífico que el de esposa de un grande hombre, estaba emparentada con varias condesas, marquesas y grandes de España, de cuyos honores y distinciones llevaba cuenta exacta el ingeniero.
Quedó el ingeniero con la diestra inmóvil y la pluma en alto. Había perdido su rígida impasibilidad de hombre autoritario. Tenía los ojos húmedos á causa de su emoción y se pasó una mano por ellos. Hizo un esfuerzo para reconcentrar su voluntad y siguió escribiendo el final de su carta: «¡Adiós á ti, esposa mía! ¡Adiós, hijos míos! Hasta el próximo correo. Roger de Canterac.»
Y desde entonces, encariñado con su idea, no oía ópera alguna, sin encontrar en los ojos pintados de los cantantes y en sus movimientos perezosos, algo que le recordaba á su joven ingeniero. Sanabre no tardó en apoderarse del afecto de su principal. Aquel hombre de pocas palabras era comprendido inmediatamente por el joven.
Por fin llegué, por fin pisé tierra, por fin ví á mi mujer que ya estaba impaciente, y que me pareció sumamente hermosa. Me figuré que veia una divinidad. El ingeniero estuvo por allá una media hora.
Palabra del Dia
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