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Actualizado: 17 de mayo de 2025
»¿Y qué dirá usted a Dios cuando comparezca en su presencia? replicó Teobaldo con voz solemne. ¿Si ha acusado usted y herido al inocente; si ha legado el oprobio y la infamia a su esposa, que nunca fue culpable? »En vano espera usted engañarme dijo el moribundo. »Yo, ministro del altar, digo la verdad; la digo delante de este lecho de muerte y delante de Dios que me escucha.
Le diría á la joven y á la pura, que contemplasen la letra escarlata que brillaba en su seno, que se fijasen en esa mujer, la hija de padres honrados, la madre de una criaturita que más adelante sería también una mujer, que recordasen que en un tiempo había sido inocente y que vieran ahora en ella la imagen, la encarnación, la realidad del pecado; y sobre su tumba, la infamia que la había acompañado en vida, sería también su único monumento.
«Increíble parece que una armada poderosa de gente y vasos en un instante se arruinase de su temor más que de la fuerza vencida, con pérdida de tanta gente, municiones, máquinas, bajeles, aumentando á los enemigos el triunfo y la victoria tan sin sangre alcanzada, con infamia de los cristianos; porque si las naves y galeras esperaran en batalla, ó detuvieran el furor del enemigo, ó les costara la victoria tanto que no se atrevieran á sitiar el fuerte, y se salvara la guarnición.
Y ya, señora, que le mates, como yo pienso que quieres hacer, ¿qué hemos de hacer dél después de muerto? »¿Qué, amiga? -respondió Camila-: dejarémosle para que Anselmo le entierre, pues será justo que tenga por descanso el trabajo que tomare en poner debajo de la tierra su misma infamia.
Por mi parte, considero que gradualmente va disipándose la idea que abrigamos de que se había cometido un asesinato. Si él hubiese sospechado que había sido víctima de una infamia, seguramente nos habría indicado algo antes de morir. De eso estoy completamente convencido. Es muy probable observó con cierta duda, sin embargo.
Allí, a la sombra de los ahuehuetes, charlaban y reían cinco o seis lechuguinos. Entre ellos estaba el joven cuyo destino fuí a ocupar. Oí mi nombre y el de Gabriela, y una voz que decía: ¿Se casarán? ¡Es cosa arreglada! exclamó alguno.... Parece que.... Y no escuché más. Hablaron tan quedo que no percibí lo que decían. ¡Alguna infamia! Las señoritas Castro Pérez entraron en el templo.
»Sí continuó Teobaldo con energía; esa mano, que ha herido al conde de Pópoli, no puede unirse a la de su viuda sin causar su vergüenza, sin que caiga sobre ella la infamia... Sería proclamar en alta voz su adulterio y la deshonra... Y si tú la amas, Carlos, la debes querer respetada y no infamada.
De su amor recibiste tu primer amor: ¿eres tú quien ahora pones en su mano un puñal? Si tu padre cae en la bancarota, tú vas á vivir infamado: ¿eres tú quien quiere que se mate para evitar tu infamia? ¿Eres tú quien crees que tu egoismo vale más que la vida del que te ha consagrado su existencia? ¡Pero oye aún!
Rastreóse que le entró el Diablo, con que habiendo él sido su principal ministro y ocasión de la infamia, delitos y muerte de tantos, no cumplía con su punto, si se desdecía de su error o no moría pertinaz.
¿Qué se había de ir a aquellas tierras, donde no se ve el sol sino por entre cortinas y donde se duerme la gente en pie? dijo el torero. Pepe, no eres capaz de hacer lo que dices. ¡Sería una infamia! Sabes que lo que le gusta en mí es la voz, no mi persona. En cuanto a mí, bien sabes... ¡Lo que yo sé dijo Pepe Vera es que me tienes miedo!, ¡y haces bien, por vida mía!
Palabra del Dia
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