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Actualizado: 17 de junio de 2025


Dándosela usted no sospechará... Además, usted le dirá a doña Casta o a Aurora que le inviten a subir para que oiga tocar la pieza... Quítese usted de ahí... Yo no me meto en esas intrigas. ¡Pobre muchacho! Me pongo de su parte. ¡Qué malo es usted! Más mala es usted... En pago de su infamia le voy a dar una buena noticia.

Y presuponiendo lo que ansí habia pensado, fuése en busca de tres mancebos, hijos de señores y amigos suyos, y hijos de aquellos señores con quien su padre habia entrado en consulta para se salir y dar obediencia al Chanca, los nombres de los cuales mancebos eran, el uno Vica Quirao , y el otro Apo Mayta, y el otro Quilescachi Urco Guaranga; y juntándose Inca Yupanqui con estos tres mancebos señores, consultó con ellos lo que tenia pensado, y díjoles que ántes se debia presuponer y holgar de recebirse la muerte, que no vivir en tal subjecion é infamia, no habiendo sido nacidos subjetos.

Y para ello, sin hacer pública la infamia de su madre y de aquél á quien debe venerar como á padre, ¿qué otro recurso tiene Clara sino entrar en un convento ó dar la mano á D. Casimiro? ¿Por qué, dirá V., ha de pagar Clara la falta que no cometió? Harto la pago yo, padre. Los remordimientos, la vergüenza, me asesinan. Pero Clara también debe pagarla.

Jacobo... ¡Jamás! ¡Jamás! ¡Prefiero entregarme, que me prendan, que me juzguen, que me maten! Cometer semejante infamia... ¡No! ¡No! Una infamia semejante á la suya... No hará usted más que corresponder, sencillamente... ¡Cuántos escrúpulos, cuando él ha tenido tan pocos! ¡

El grupo de enviados del gobierno avanzaba hacia el caído, y Flimnap lo increpó. Esto es una infamia. Ustedes me han dado palabra de que el Gentleman-Montaña no corría ningún peligro. Pero el más viejo repuso fríamente: El gobierno no puede dejarlo en libertad, para que se permita nuevas insolencias. Hemos cumplido las órdenes de nuestros superiores.

Cecilia se puso fuertemente pálida, y dejó que su madre le besase con efusión la mano que tenía entre las suyas. Repuesta del susto, preguntó: ¿Qué ha pasado, mamá?... Habla. Una cosa horrible, alma mía... ¡Una infamia!... Quisiera morirme en este momento, para no ver la ruindad, la maldad que se hace con una hija mía. Tranquilízate, mamá. Estás enferma, y puede hacerte mucho daño esta emoción.

Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe? decía el enfermo. No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia! Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste.

Yo obedezco la ley que es tal ley, la que han hecho los que pueden hacerla, elegidos por y mis hermanos, elegidos por todos. A ti no te toca examinar la ley, sino obedecerla. ¿Y si me mandan una infamia? No te la mandarán. ¿Y si me la mandan? Te digo que no te la mandarán.

No cabía duda: aquella mujer alcanzaba la importancia de su nueva situación; no se dolía de lo ocurrido, ni denotaba la más remota veleidad de querer explotar su sacrificio, mas tampoco le cabía en la cabeza la sospecha de que pudiese ser víctima de una infamia.

Todos os habéis estremecido á su vista. Donde quiera que esta mujer ha ido, donde quiera que, bajo el peso de tanta desgracia, hubiera podido tener la esperanza de hallar reposo, esa letra ha esparcido en torno suyo un triste fulgor que inspiraba espanto y repugnancia. ¡Pero en medio de vosotros había un hombre, ante cuya marca de infamia y de pecado jamás os habéis estremecido!

Palabra del Dia

rigoleto

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