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Todo se perdona, hija, todo, todo dijo el enfermo con indulgencia empapada en escepticismo . Por muy grande que nos figuremos la masa de olvido derramado en la sociedad como elemento reparador, esa masa supera todavía a todos nuestros cálculos. El bien y la gratitud son limitados; siempre los encontramos cortos. El olvido es infinito.

Su niñez, sin embargo, no ha sido muy dichosa. Su antigua criada, Marivette, me ha contado que la Boivic era muy seca y hasta dura para su sobrina, que nunca ha conocido caricias ni indulgencia. La muchacha, sin embargo, tiene tan buen corazón, que siente a su tía como si nunca hubiera tenido que sufrir su mal humor. Nos vamos dentro de dos días.

Godfrey permaneció silencioso. No es probable que fuera muy penetrante en sus juicios; sin embargo, siempre había comprendido que la indulgencia de su padre no era bondad, y había suspirado vagamente por alguna disciplina que dominara su debilidad vagabunda y secundar sus mejores intenciones.

Es casi seguro que mis lectores se cansarán de estos sermones indigestos; pero me atrevo á suplicarles indulgencia, en gracia al menos de la buena intencion con que lo hago. ¡Quién sabe si alguna mujer, al ver estas líneas, sale del abismo de la perdicion, del abismo del lujo, de la idolatría de los aderezos, de las joyas y de las galas! ¡Quién sabe si mis fervorosos consejos pueden hacer algun bien en el mundo!

Marta, ¿lo oyes? ¡Desear tu muerte! ¿A quién has ofendido nunca? ¿A quién has estorbado nunca? ¿Hay alguien en el mundo a quien hayas demostrado otra cosa que afecto e indulgencia?... Si eso fuera verdad, si pudiera haber, paseándose impunemente por la tierra, un ser tan infame, ¡vaya! sería como para desesperar de Dios y del destino.

Para aplacar esas manifestaciones de descontento, en lo posible, acostumbraban los poetas en las loas solicitar la indulgencia, el silencio, etc., del público; así se comprenden las siguientes palabras, que leemos en un entremés de Luis Benavente : LORENZO. ¡Piedad, ingeniosos bancos! CINTOR. ¡Perdón, nobles aposentos! LINARES. ¡Favor, belicosas gradas! BERNARDO. ¡Quietud, desvanes tremendos!

La fama de la santidad y de la inocente y bondadosa indulgencia del padre Juan, hace que sean los niños y las jovencitas, educadas con el mayor recato, los que acudan a confesarse con él, en el tribunal de la penitencia. El optimismo del padre Juan y su dichosa manera de ver cuanto existe como al través de un prisma de color de rosa, vienen a corroborarse por la bondad de sus penitentes.

Guardó silencio por un momento, trató de decir cualquier cosa, y luego, arrepentido y más vacilante que nunca, se acercó al juez y le tendió la mano. ¡Si usted supiera, señor le dijo con voz insegura y sumisa, qué tumulto de sentimientos agita mi corazón, cuánto miedo tengo de hablar, cuánto necesito confiarme a su indulgencia, a su discreción, para decirle lo que tengo que decirle!

Yo hubiera querido salir de esta casa dejando a usted ignorante de mi condición. La veo consternada y pronta a llorar... LEONIE. No me faltan motivos para ello... Ahora va usted a detestarme... CIRILO. Soy tan amigo de usted como antes. En cualquier tiempo, nuestra misión fué toda de indulgencia.

Andando hacia la calle del Ave-María, iba discurriendo que debía poner en la carta mucha severidad, y un ligero matiz de indulgencia, un grano nada más de sal de piedad para sazonarla. Diríale que no podía admitirla en su casa; pero que con el tiempo... si daba pruebas de arrepentimiento... En fin, que ya saldría la epístola tan guapamente.