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Sin apurarse, poco a poco, se insinuaría él en el ánimo de la agraciada niña. Para escapar a las indiscretas miradas de los tandilenses, el mismo capitán Pérez le serviría de pantalla... Porque, mientras don Mariano continuaba callado y pacientemente su obra de ganarse la voluntad de Coca, corrían en el pueblo innumerables anécdotas e historietas acerca del oficial.

Había maniobrado hábilmente para llevarse al hijo de Cuadros hacia aquel balcón, donde estaba la niña como en su casa, lejos de miradas indiscretas y oídos curiosos.

Ya se ponía pálida, ya se cubrían de púrpura sus mejillas. Hasta cuando exclamó D. Carlos recitando: "Pues¡qué! ¿te he dado en balde tanta prueba De amor?" vió ó imaginó ver D. Fadrique que los párpados de Doña Clara se contraían más de lo ordinario, como para recoger y ocultar indiscretas lágrimas, que ansiaban por brotar de los hermosos ojos.

Era una americana del Norte, de edad problemática, entre los treinta y dos y los cincuenta y nueve años, siempre con faldas cortas, que al sentarse se recogían indiscretas, como movidas por un resorte. Varios bailes con Desnoyers y una visita á la rue de la Pompe representaban para ella sagrados derechos adquiridos, y perseguía al maestro con la desesperación de una creyente abandonada.

Se resigna e inclina la cabeza bajo el peso de las indiscretas razones que le asesta la inagotable elocuencia de la dueña de la casa, a no ser que el Marqués, molestado por el ruido, no la detenga con un ademán de su larga mano incolora: Querida amiga, nos gusta oír hablar a Lacante; permítenos escucharlo. La primera parte de la comida se consagró a la literatura.

Liette aprobaba sin desfallecer el casamiento de Raúl y se hubiera avergonzado de una traición. Ciertas palabras indiscretas del señor Hardoin le habían confirmado la situación de Blanca y los proyectos arraigados desde hacía mucho tiempo en la mente calculadora de la condesa. No hay gran señora para su notario decía Hardoin con su maliciosa bondad.

Se le hicieron mil preguntas más indiscretas las unas que las otras; le preguntaron la verdad sobre la Máscara de hierro, se le incitó a que dijese el verdadero nombre del autor de las Cartas de Junio, se le pidieron detalles sobre el anillo de Gyges, sobre la Conspiración de las pólvoras, sobre el Consejo de los Diez y por si aun esto fuera poco se le invitó a que expusiera su opinión sobre los resortes de gobierno.

Haz lo que quieras; pero antes consulta con tu conciencia». Esta me acusaba de ingrato. La conciencia quedaría tranquila y callaría. La firmeza de mis propósitos y mi conducta futura lograrían dejarla satisfecha. Linilla no sabría nunca que su Rodolfo le había sido infiel. Me asaltó entonces horrible presentimiento. Las señoritas Castro Pérez estaban en San Sebastián.... ¡Eran tan indiscretas!

No por qué le gustaba al cura hablar sobre las pasiones humanas, pero un día que se había dejado arrastrar por el calor de la improvisación, le hice en la comida preguntas tan indiscretas y apuradas que se propuso no abordar más tales asuntos delante de . En adelante contentose en discurrir sobre la pereza, la embriaguez, la ira y otros vicios que no excitaban ni mi curiosidad ni mi charla.

El aislado pabellón y las precauciones tomadas para sustraerse a toda clase de indiscretas miradas, daban a aquella cita un aspecto galante que de una manera deliciosa conturbaba su corazón de viejo soltero. Al dejar el vaso sobre la mesa, volvió Delaberge hacia la señora Liénard su mirada tiernamente interrogativa.