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Cruzan apresuradamente la sala de baile, trémulos de alegría y embriagándose uno al otro, y desaparecen en un rinconcito obscuro que han elegido cerca del tablado de los músicos para substraerse a las miradas indiscretas de las otras parejas, porque todas quieren conocer a la bella molinera.

Era el medio más largo, pero el más seguro, pues Liette no podía alarmarse por una conducta tan cortés y correcta, a no ser una coqueta farsante o una ridícula mojigata. Raúl le mostraba un respeto caballeresco y evitaba cuidadosamente esa galantería trivial y esas atenciones indiscretas a que su situación la exponía, y se lo agradecía infinito.

Creía ella tener que habérselas de seguida con las visitas importunas, las preguntas indiscretas, las impertinentes lástimas y las molestas compasiones que la habían asediado cuando la muerte de Velarde, catástrofe también espantosa, que sin saber explicarse el porqué parecíale en estos momentos más terrible que le pareció en aquellos primeros instantes.

Le dije que no, y le di las gracias. «También vinieron las niñas de Castro Pérez, me preguntaron por y me encargaron que te diera memorias de parte suya de su papá. No me simpatizan esas niñas, ya te lo he dicho. ¡Qué murmuradoras y qué indiscretas! ¡ dirás!

Como si se contemplase segura y libre de miradas indiscretas, sus ojos se fueron serenando poco a poco y se posaron con indiferencia en las pocas personas que en el carruaje había; mas no desapareció del todo la sombra de preocupación esparcida por su rostro, ni el gesto de desdén que hacía imponente su hermosura. El juvenil admirador no había renunciado a perderla de vista.

Ante su cuarto vacío, ante su butaca, ante su hamaca, la joven tenía crisis de desesperación, más conmovedoras porque las dominaba valerosamente, y, a pesar de las curiosidades indiscretas y de las lástimas torpes, nadie pudo jactarse de haberla oído quejarse ni visto llorar.

Ultimamente, el doctor don Vicente Maza, el secretario de Rosas y procesador de los reos, murió también degollado en la sala de sesiones; de manera que Quiroga, sus asesinos, los jueces de los asesinos y los instigadores del crimen, todos tuvieron en dos años la mordaza que la tumba pone a las revelaciones indiscretas. Id ahora a preguntar quién mandó matar a Quiroga. ¿López? No se sabe.