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Actualizado: 19 de junio de 2025
Amparo había hecho en mí una revolución: me había reconciliado con la vida. En recompensa, yo varié de plan respecto a su porvenir: la práctica de un oficio mecánico me parecía indigna de ella. Aspiraba en su nombre a más. Algunos podrán creer esto exagerado; sí lo es, está en armonía con la exageración de mi carácter; yo siento de una manera poderosa, y para sentir me bastan pocas impresiones.
¡Ah! ¿tú también?... dijo Alicia, riendo con una expresión varonil . Supongo que tu moral no es la de mamá, y que no irás á sermonearme por mi conducta. Aunque, en realidad, mamá no me censura por lo que hago. Lo que la indigna es mi falta de miedo al qué dirán, y algunas veces el origen obscuro de los hombres en que pongo mis ojos. ¡Pobre señora!
Su furia era espresamente dedicada para su adversaria, para aquella indigna mujer que le habia arrebatado lo que mas adoraba en la tierra. Y gracias que la timidez de abandonar del todo el amor de su marido, la reprimia en parte.
Y cual si tras estas palabras confusas cobrase ánimos, Mariquita se irguió, mirando fijamente a Fermín con sus ojos llenos de lágrimas. Podía pegarla, podía matarla; pero ella no volvería a hablar con Rafael. Había jurado que si se consideraba indigna de él, le abandonaría, aunque con esto destrozase su alma.
Le resultaba intolerable la inocente seguridad con que describía su hazaña. «La loca de la casa» se mostraba en él como una desvergonzada, indigna del trato con personas decentes. Además, los alemanes le habían robado sus monedas y sus medallas, y le era doloroso volver á conversar con el maestro sobre cuestiones numismáticas.
ALCALDE. Pues es muy justo que se te pague, porque la paré no debió haberse caído. CLETO. Eso mesmo creo yo. ALCALDE. Eso es lo que se necesita.... ¿Y qué dice á esto el demandado? DEMANDADO. Que esa demanda envuelve la falsedad más indigna; que estoy resuelto á negarme á la infame exigencia del demandante, y á hacer todo lo posible por enviar á un presidio á los autores de esa impostura.
Más afortunado es el Demonio con María, á cuya celda lleva una noche á Alejandro; éste, desalmado libertino, que nunca ha pensado seriamente en casarse, deshonra á su amada, y la abandona después de conseguir su propósito. María, creyéndose indigna de servir á Dios, vaga por el mundo desesperada, entregándose á todo linaje de excesos, y pasando de escalón en escalón al estado más abyecto.
La indignación y la ira contrajeron mi hígado, que soltó una verdadera avenida de bilis, desbordándose en palabras. Estuve un rato bastante prolongado cogido a las rejas, mirándola con ojos llameantes en silencio. Al fin, con voz ronca de cólera, le dije: Lo que es usted una solemnísima coquetuela, indigna de fijar la atención de ningún hombre formal.
Un diálogo entre ambos sobre tan infame asunto sería monstruoso. Valdría más matarla sin hablarle de la razón que para matarla tengo. »He huído de casa suponiendo que tú me llamabas. Ella me cree en ese lugar. En casa no sé qué hubiera yo hecho. Quizá alguna acción indigna. Quizá hubiera llorado y me hubiera quejado como vil. Quizá la hubiera maltratado como verdugo.
Le parecía una debilidad indigna de un marido «de mundo» regalarle ligas a su señora. Pidió consejo a Mesía respecto de su conducta futura con Petra. ¿Debo despedirla? ¿Tiene usted celos? No señor; yo no soy el perro del hortelano... aunque he de confesar que algo me disgustó en el primer momento el descubrir aquella prueba de su liviandad. Pero ¿está usted seguro de que la liga es de Petra?
Palabra del Dia
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