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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Con el desprecio inconsciente de la juventud por la edad madura, Carlos no había podido ver un rival en aquel cincuentón bien conservado... Pero ahora, pensando mejor en el asunto, recordaba pequeños detalles que habían pasado inadvertidos: su frialdad intencionada, su hostilidad transparente, su despecho mal disimulado... y se preguntaba si esta omisión más o menos premeditada sería un desquite...

Pero era Maltrana, un amigo de confianza, y siguió hablando a la joven Ernestina, la de la hermosa cabellera, a la que rodeaban todas con cierta predilección, cual si fuese una hermana menor, inocente y mimada. Sus gracias decadentes y artificiales parecían avivarse al contacto de esta juventud inconsciente y esplendorosa.

Discurriendo por esta senda, llegó a topar con el sueño, que la venció tras breve lucha; tan breve, que con serlo mucho más el nombre de Pepe, se le quedó éste a la hermosa entre los húmedos labios, por falta de tiempo para acabar de pronunciarle; de manera que del acto aquel, medio inconsciente, más que palabra vino a resultar un beso... Pero volvamos ahora a Sagrario.

Me figuro que cede a la inocente e inconsciente retórica de un alma romántica enamorada de los bellos períodos y de las frases cadenciosas, y esto me produce una especie de impaciencia despechada que me hace responder con frialdad y casi en tono burlesco. Si crees que la amo menos, te engañas. Su presencia me produce siempre la misma turbación deliciosa, y su belleza me encanta.

Juan no veía ya más que el impecable traje de Martholl que permanecía plantado allí, completamente inconsciente de la tormenta que levantaba en el corazón de otro, su presencia delante del ídolo. ¿Aquel hombre estaría siempre a su lado? Juan había temido la llegada del que ella prefería; pero nunca se había imaginado el desgarramiento de su alma ante el hecho consumado.

Y la duda que había expresado a Vérod comenzaba a tomar consistencia. ¡ la Condesa había copiado esa desconsolada sentencia después de haber conocido a Vérod cuando se encontraba turbada por una simpatía aun inconsciente, era necesario creer que no esperara hallar en el segundo amor una compensación sino un motivo de pena!

En seguida tuvo vergüenza de este grito del corazón, eco fiel de su inconsciente egoísmo, y trató de colorear su defección a sus propios ojos. Ciertamente, hubiera querido casarse con Liette; ¿pero podía? ¿Era digno y leal asociarla a un porvenir precario después de haber hecho brillar ante ella un espejismo engañador?

Farsa, hipocresía, hipocresía inconsciente, como la propia, como la del universo entero...». El Magistral daba diente con diente. El frío le hizo pensar en la ropa, la ropa en su madre. «Esta es otra. ¿Qué va a decir al verme entrar así?

Así, de un modo vago é inconsciente, principió á imitar el carácter y las inclinaciones de los personajes que más admiraba y á adoptar en la forma estrecha y deficiente que podía los usos de la sociedad elevada donde tenía puestos los ojos. Entonces se le vió andar por los parajes más retirados de la población, solo y vestido con extraordinaria elegancia.

Sintió el joven que la sangre se helaba en sus venas y quedó un momento inmóvil, como clavado en el suelo, mudo de estupor, inconsciente de cuanto le rodeaba; luego se repuso un tanto y al volver a darse cuenta de lo que había pasado alzó a Magdalena como una pluma y la llevó en sus brazos lejos de aquel salón en el que se saboreaba una felicidad que podía costar tan cara.

Palabra del Dia

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