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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Me senté al lado suyo, penetrado de compasión. ¡La comprendía, la adivinaba tan bien!... ¿No había visto, hacía poco tiempo, al lado de la cama de la mendiga, a aquella criatura delicada, tan pronto confundida por una mirada, tan propensa a turbarse, tan tierna, desplegar una energía moral y una firmeza que llegaron a parecerme hasta duras, para arrancar a una pecadora al peligro de una muerte inconsciente, que hubiera sido para su fe la muerte sin perdón, la muerte eterna?
¿Las mismas razones que se la hacían odiar a los veinte años? Perpierre dijo estas palabras casi movido por un ímpetu inconsciente. Aunque la severidad de su cargo debía impedirle recordar sus antiguas relaciones con el acusador, una instintiva curiosidad por saber si el joven se acordaba todavía de él, lo hacía invocar lo pasado.
En situaciones tales hay, más que una sensación ponderable, un presentimiento realmente inconsciente y fugaz, como el breve relámpago precursor de una remotísima tempestad; uno de esos destellos, instantáneos y pálidos, que las grandes tormentas, en marcha, lanzan en silencio al espacio cuando aun se encuentran muy por debajo de la línea del horizonte sensible.
A pesar de su ternura y su respeto, Liette conocía demasiado a aquella niña vieja y frívola para pedirle el sostén y el apoyo moral necesario en las horas de desfallecimiento. Su madre atizaría el fuego con mano inconsciente en vez de apagarlo, y Liette, sin fuerza ya para luchar contra ella misma, veía que no podría resistir al contagio del espejismo. ¿No valía más esperar?
Cuando Marner volvió en sí, prosiguió la acción suspendida y cerró la puerta, inconsciente de la ruptura de la ilación de sus ideas, inconsciente de que hubiera ocurrido ningún cambio, a no ser que la luz del día se había obscurecido y que se sentía helado y desfallecido. Se imaginó que había permanecido largo tiempo mirando hacia fuera.
La duda de que una mujer ha hecho algo para alentarnos, debe quedar en pie. Sobre esta duda debe aparecer otra no menos importante, a saber: dado que la mujer haya hecho algo en el mencionado sentido, ¿lo ha hecho con voluntad reflexiva o arrebatada? ¿Hubo premeditación o fué todo inspiración inconsciente?
Al oír el nombre del amigo fiel y adicto, la clara mirada de Julieta se empañó con una sombra de melancolía. ¡Iba a estar un largo mes sin verle! Y una pena vaga e inconsciente le arrancó un involuntario suspiro. Pero no tuvo tiempo para abandonarse a esta impresión. Impaciente por ver y por ser vista, su madre quería dar una vuelta por la playa.
Sin embargo, puso a un lado los bizcochos y se sentó distraídamente triste e inconsciente del bien que pudieran hacerle los bizcochos, las letras y hasta la bondad de Dolly. ¡Ah! Si hay un bien en algo, lo necesitamos repitió Dolly, que no abandonaba fácilmente una frase útil.
Mientras estuvo escribiendo La Letra Escarlata, se le veía con frecuencia olvidarse de cuanto le rodeaba, sumergido en profundo ensimismamiento. Refiérese que un día, hallándose en este estado, tomó del costurero de su esposa una pieza que ella estaba cosiendo, y la picó en pedazos muy menudos, sin reparar en lo que había hecho. Esta costumbre de destrucción inconsciente databa de su juventud.
Pero su exquisita delicadeza le prohibía ese inconsciente egoísmo, y si no le hablaba de su padre, al que, según ella, no había conocido, en cambio entretenía piadosamente la memoria de su madre en el corazón del huérfano.
Palabra del Dia
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