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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Con una mezcla de envidia y de inconsciente interés, contemplaba Delaberge a ese joven robusto, bien tallado, de mirada profunda y franca, de maneras simples y correctas, y pensaba aun sin quererlo: «He aquí un muchacho del que me gustaría ser padre». Después, dejándose llevar por la pendiente de sus ensueños matrimoniales, añadía para sí: «Todavía puedo tener hijos, no he de perder la esperanza; no falta sino la mujer, y yo sé de una, no lejos de aquí, con la que me casaría de buena gana...»
Jacobo se sentó sombrío y cansado en un sofá, y seguro ya de saber lo que con tanto ardor había deseado, se dispuso á escuchar sin prisa. Lea, inclinada hacia él, con la cara ensombrecida por una violenta emoción, los codos sobre las rodillas y balanceando el cuerpo por un movimiento inconsciente, habló con voz entrecortada: Bien sabes cuánto te he amado y con qué pasión tan exclusiva.
Sin embargo, debo confesar que había muy poca gracia en la situación. Walker estaba confundido, verdaderamente confundido. Mientras había estado yo inconsciente, él me había curado la herida, después de haberla examinado, supongo, e inyectado varios antisépticos.
Pero la alegría inconsciente y la excelente naturaleza de Priscila, así como su buen sentido, pronto hubieran hecho desaparecer la primera de estas sospechas; mientras que la calma modesta de la conversación y de las maneras de Nancy anunciaban claramente un espíritu exento de todo artificio reprochable.
Trascurrían los minutos, y ni uno ni otro rompían aquel silencio dichoso ni se distraían un punto de la atención intensa en que sus espíritus se confundían. Aquel ser diminuto, inconsciente, aquel pedacito de carne rosada se reflejaba igualmente en sus ojos y ataba con hilos invisibles sus almas y sus vidas. ¡Qué hermosa es!
Durante el cautiverio de Fernando el Deseado, mientras el populacho, inconsciente y salvaje, preparaba motines como el Dos de Mayo, los Tumbagas rodeaban al Rey, dispuestos a perder la vida en su servicio, aunque contenidos por la tradición, que les imponía antes el sacrificio del patriotismo que el de la propia lealtad.
Y con un movimiento impremeditado, en cierto modo inconsciente, Vázquez sacó del bolsillo el pequeño estuche del primer regalo que traía a Coca... Se encontró un tanto perplejo y embarazado con la cajita en la mano... Y de pronto, dijo, pronunciando en tono suplicante una rápida ocurrencia del momento: Tengo que pedirle un servicio, un gran servicio, Laura...
Mi madre murió... y yo tuve a Karl, para mayor desgracia. Quedé enferma, creo que para siempre: enferma por ser madre; enferma por haber sido esposa... ¡Ah, ese hombre!... Y sin embargo, no es un malvado: es un niño grande inconsciente; un niño que se ha vuelto cruel al convencerse de su fracaso; un egoísta que se refugia en la bebida y sólo a ratos se da cuenta del daño que me ha hecho... Yo perdí la voz, me marchité siendo aún joven, y tuve valor para huir del teatro antes de alegrar a las compañeras con una ruina total.
El suceso no era para tomarlo a risa. No se trataba de un cólico vulgar, y la pobre bestia, sostenedora inconsciente del prestigio de la familia, revolcábase abajo, en la obscura y húmeda cuadra, quedando panza arriba y con las patas agitadas por un temblor convulsivo. La situación fue ridícula y conmovedora.
Y esta es la Elena se dijo que, igual á la del viejo poeta, originó la guerra entre los hombres en un rincón de la tierra... La duda formulaba preguntas en su interior. ¿Había sido esta mujer verdaderamente mala, con plena conciencia de su perversidad?... ¿Era una ansiosa de los placeres de la vida, que avanzaba inconsciente, sin reparar en lo que iba aplastando bajo sus pies?...
Palabra del Dia
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