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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Nos ha mirado tristemente y ha dicho: ¡Qué trabajo cuesta morir y qué duro es separarnos! A medida que le abandonan las fuerzas está más propenso al estremecimiento. Estábamos cada uno a un lado de la cama. De pronto me incliné hacia este querido amigo y cogiendo la mano de Elena, le dije: ¿Quiere usted dármela, padre mío, si ella consiente después? El moribundo respondió: Es todo mi deseo.
Cuando me levanté y me incliné para darle un beso en la frente, vi que por las pálidas mejillas de la enferma rodaban dos lágrimas, dos lágrimas de esas que en el rostro de un cadáver parecen gotas de rocío en el seno de una rosa blanca. Salí del aposento con el corazón hecho pedazos. Tía Pepa me seguía silenciosa y cabizbaja.... Por fin habló: ¿Qué dices de eso?
111 Por heredad he tomado tus testimonios para siempre; porque son el gozo de mi corazón. 112 Mi corazón incliné a poner por obra tus estatutos de continuo, hasta el fin. 113 SAMEC Los pensamientos vanos aborrezco; y tu ley he amado. 115 Apartaos de mí los malignos, porque guardaré los mandamientos de mi Dios. 116 Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; y no me frustres de mi esperanza.
13 y no oí la voz de los que me castigaban; y a los que me enseñaban no incliné mi oído! 14 Casi en todo mal he estado, en medio de la sociedad y de la congregación. 15 Bebe el agua de tu propia cisterna, y las corrientes de tu propio pozo. 17 Sean para ti solo, y no para los extraños contigo. 18 Será bendito tu manantial; y alégrate de la mujer de tu juventud.
¡Ay, Angelina! exclamé poniéndome en pie. ¡Es preciso que esto tenga término!... La joven comprendió al punto lo que iba yo a decirle, y se puso trémula, asustada, roja como una amapola. Me acerqué de puntillas, y apoyado en el respaldar del sillón, me incliné, y en voz baja le dije al oído: Angelina: ¡la amo a usted! ¡Me muero de amor!...
En la pieza siguiente, cerca de la ventana cerrada, yacía la enferma sentada en un sillón de vaqueta, envuelta en grueso pañolón de lana. En la cabeza tenía un pañuelo blanco, atado bajo la barba. ¡Rodolfito! exclamó con acento débil ¡Rodolfito! ¡Ven, dame un abrazo; mira que no puedo levantarme! Llegué a su lado y me incliné para estrecharla contra mi pecho y darle un beso en la frente.
No me pareció mal la traza: yo confieso que me incliné á ella por hallarme con algún natural á la Poesía, y más que tenía ya conocimiento con algunos Poetas, y había leído á Garcilaso: y así determiné de dar en el arte: y con esto, la Farsanta, y representar, pasaba la vida.
No, señor me contestó el yanqui; yo desciendo. Mi hija va sola hasta Utica. Me incliné en silencio, ligeramente intrigado. Padre e hija continuaron conversando, sin cuidarse de mi presencia, sobre asuntos del hogar, recomendaciones para la salud, recuerdos de familia, etc. Un hombre que ha corrido un poco el mundo se engaña difícilmente: aquella criatura era pura y honesta.
Algun dia serás lozana rosa Cuando mi frente pálida y rugosa Se incline en tu perfume á refrescar; Cuando el labio marchito de dolores Quiera gozar el aura de las flores Sintiéndote, ángel bello, respirar.
Me senté junto a una mesa con unos libros, unos papeles, unas cachimbas, unos lentes, y presidiendo todos aquellos utensilios y accesorios de la faena intelectual, encerrado en un marquito de plata repujada, como relicario, una fotografía de mujer, que me incliné a mirar discretamente. Parecía una virgen niña de Rafael, de las de su época umbriana. Pon aquí la comida, Fidel. ¿Has traído vino?
Palabra del Dia
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