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Actualizado: 11 de mayo de 2025


De vez en cuando brillaban sus ojos con siniestro fulgor, como si el alma del anciano fuera presa de un incendio, que se manifestara solo de tarde en tarde por una rápida explosión de cólera y momentánea llamarada. Esto lo reprimía el médico tan pronto como le era posible, y trataba entonces de parecer tan tranquilo como si nada hubiera sucedido.

Desde gran distancia se veían las llamas, denotando las grandes proporciones del incendio, y la noticia corrió rápidamente por la ciudad, acudiendo á la calle de los Alcázares y á la Encarnación las autoridades y multitud de personas, ya movidas por curiosidad ó por el interés que les inspirara la suerte de los espectadores.

Dentro, en aquel infierno que rugía buscando expansión, estaba el abuelo, el pobre tío Rabosa, inmóvil en su sillón. La nieta se mesaba los cabellos, acusándose como autora de todo por su descuido; la gente arremolinábase en la calle, asustada por la fuerza del incendio.

Vate apocalíptico amenaza con destrucción y muerte, ruina e incendio, las instituciones, los altares y los tronos y cuanto hoy descuella sobre la faz del mundo y mantiene el orden, más o menos digno de censura o más o menos capaz de lenta modificación y de enmienda, dentro del cual vivimos todos.

De las más entretenidas era la historia de Domingo de Aguirre, llamado el Vascongado, que formó parte en la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada, cuando la conquista de América. Domingo de Aguirre presenció el incendio de Iraca, que debió de tener mucha importancia a juzgar por sus descripciones.

En esto vimos que la caballería francesa se retiraba del pueblo, ocupando el llano que hay a la izquierda, y al mismo tiempo el incendio tomaba tales proporciones, que Valdepeñas parecía un inmenso horno. Los gritos, los quejidos, las imprecaciones que salían de aquel infierno llenaban de espanto el ánimo más esforzado.

Nos hemos salvado por milagro dijo el Capitán . ¿Tendremos que luchar hasta el alba entre estas olas, que parecen ansiosas por tragarnos? ¿Podremos resistir hasta entonces? ¡Tío! exclamó Hans . ¡Mira hacia allá! ¿Qué ves? Un resplandor muy vivo. ¿No lo percibes ? ¿Un resplandor? ¿Tal vez el fanal de algún buque? No; más bien parece un incendio.

Debía andar por abajo, entre el gentío que llenaba la plaza, pensando sin duda con terror en que había de levantarse antes del alba para decir la misa a las monjas. El palacio del Ayuntamiento estaba adornado con guirnaldas de luces, que reverberaban sobre la fachada de la catedral, dando a la piedra un resplandor rojizo de incendio.

«Dividieron escribe D. José Sánchez Arjona en dos cuadrillas, los albañiles, peones y demás gente que acudió á prestar auxilio; la primera dedicada á salvar las personas que había aún dentro del corral y la segunda á derribar las casas que confinaban con el coliseo, logrando aislar y dominar el incendio que duró hasta las tres de la mañana del día 26, no quedando en pié más que las cuatro paredes y el cuarto de la puerta de la calle

Pues ¡cuidado con el incendio! ¡No juguemos con el fuego, Reinita! Nada más que una fogatita, señor cura; si es de lo más lindo que puede darse. Y si se tiene miedo del incendio, con echar un poco de agua fría sobre el fuego... Mas, ¿dónde encontrarás el agua fría, mi hijita? ¡Ah! todavía lo ignoro, pero puede que lo sepa algún día. Quiera Dios, que no sea así exclamó el cura.

Palabra del Dia

ciencuenta

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