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Actualizado: 3 de junio de 2025
Le juro que es así. Mi padre es el viejo Smith, el viejo Bumero Smith, éste es mi padre. Soy Melisa Smith y me vengo a la escuela. ¡Bueno! ¿Y qué? dijo el maestro. Acostumbrada a ser contrariada y a que se la opusieran a menudo, porque sí y cruelmente, y sin otro fin que el de excitar los vivos impulsos de su naturaleza, la tranquilidad del maestro la sorprendió en gran manera.
¡Luis!... ¡Primo!... exclamó éste no menos sorprendido. Pero, pasada la primera impresión, hizo un movimiento de molestia semejante al del que duerme y se ve bruscamente despertado. El hermano, á impulsos de su meliflua cortesía, siguió andando para detenerse á alguna distancia de los dos hombres.
Esa mujer no volverá aquí. ¿No me abandonó? Pues que siga su camino. Te abandonó a impulsos de ese instinto que llevan en sí todos los seres sanos: el instinto de la conservación de la especie, que embellece la poesía llamándolo amor.
No creía en la virtud; aquel género de materialismo que era su religión, le llevaba a pensar que nadie podía resistir los impulsos naturales, que los clérigos eran hipócritas necesariamente, y que la lujuria mal refrenada se les escapaba a borbotones por donde podía y cuando podía.
Y en otra parte: «Creo en el poder del amor sexual, del instinto creador. La amistad, la cordialidad... son sentimientos inseguros, impulsos efímeros, como esos enternecimientos que experimentamos hallándonos de sobremesa, durante una digestión agradable...» extraordinario no ha existido jamás. Schélling tiene razón: «Todo es uno y lo mismo»...
El instinto suplió a la picardía, el ingenio a la malicia: no pudo la imaginación desentrañar las causas de las cosas, pero vio los efectos y fue bastante para que se le entrase al alma un miedo sano. En su espíritu hubo dos impulsos simultáneos: el despertar a la inquietud moral de la vida y la desconfianza de hacer a nadie partícipe de sus emociones.
Entonces tuvo impulsos de llamarle; gritó; no fué oído; lloró lágrimas de desesperación; golpeó violentamente con sus manos la puerta y el cerrojo, y al fin, cediendo á la fatiga y al trastorno mental, cayó de nuevo en aquel letargo extraviado y doloroso de que le sacara momentos antes la llegada de su tío. #El abate#.
¡Ah!, cosas triviales, sin importancia, amigo. A mí, cualquier viento me hace girar como a una veleta.... Las velas de «este navío» se hinchan con todas las brisas que pasan. Estaba Fernando tan risueño y gentil como de costumbre, tan dueño de la situación como solía estarlo. Salvador, en cambio, tenía conmovido todo el cuerpo a impulsos de toda el alma.
Gallardo, echando atrás el cuerpo a impulsos de la risa, saludaba a su banderillero imitando el mugido del toro. El apoderado, con andaluza gravedad, le ofrecía la mano felicitándole. ¡Chócala! Has estao mu güeno. ¡Ni Castelar! La señora Angustias indignábase al oír tales cosas en su casa, con un terror de mujer vieja que ve cercano el fin de su existencia. Caya, Sebastián.
Unicamente los ingleses y los españoles llevaron los suyos á la perfección, distinguiéndose así entre todos los pueblos de la Europa moderna, sin sufrir la fatal influencia de la antigüedad, y siguiendo sólo sus propios impulsos. No es, pues, extraño que enlacemos con las informes tentativas de la Edad media las más acabadas creaciones del espíritu humano.
Palabra del Dia
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