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Actualizado: 23 de junio de 2025
Pero movidos á piedad y llenos de misericordia, han condenado á Madama Ester á permanecer de pie en el tablado de la picota solamente tres horas, y después, y durante todo el tiempo de su vida natural, á llevar una señal de ignominia en el cuerpo de su vestido. Una sentencia muy sabia, observó el extranjero inclinando gravemente la cabeza.
En aquella armazón de hierro y madera se hallaba encarnado el verdadero ideal de la ignominia; porque no creo que pueda hacerse mayor ultraje á la naturaleza humana, cualesquiera que sean las faltas del individuo, como impedirle que oculte el rostro por un sentimiento de vergüenza, haciendo de esa imposibilidad la esencia del castigo.
Así nos parece observar que, en cuanto á Ester, los siete años de ignominia y destierro social habían sido sólo una preparación para esta hora. Pero, ¿y Arturo Dimmesdale? Si este hombre delinquiera de nuevo, ¿qué excusa podría presentarse para atenuar su crimen?
«Y ese majadero la martirizaba de tal modo desde el primer día de matrimonio, que la infeliz, prefiriendo la libertad en la ignominia a una esclavitud insoportable, se escapa de la casa, y se echa otra vez a la calle, como en sus peores tiempos. En esto me encuentra y me pide amparo». Jacinta no había cerrado todavía la boca.
España se alzará contra ese absurdo sistema, y Fernando volverá á ser nuestro Rey amado. ¿Será posible? dijo Lázaro con desaliento; y entonces se hundió más. Tan posible, que no pasará mucho tiempo sin que lo veas. Ahora se va á conocer el temple de las almas. Todos esos charlatanes que te han llenado la cabeza de desatinos huirán avergonzados, yendo á esconder su ignominia en tierra extranjera.
Al fin se vió perdido y comprendió que era necesario volver la espalda y huir; mas al hacerlo se vió sujeto por las manos de un mozo que cautelosamente y aprovechando la oscuridad se había deslizado hasta ponerse detrás. Otras manos cayeron sobre él al instante y le aprisionaron. Le arrancaron el palo y con él, para más ignominia, le sacudieron las costillas.
Una frase, empero, sobrevive siempre entre nosotros, cuya existencia es tanto más difícil de concebir, cuanto que no es de la naturaleza de esas de que acabamos de hablar; éstas sirven en las revoluciones a lisonjear a los partidos y a humillar a los caídos, objeto que se entiende perfectamente, una vez conocida la generosa condición del hombre; pero la frase que forma el objeto de este artículo se perpetúa entre nosotros, siendo sólo un funesto padrón de ignominia para los que la oyen y para los mismos que la dicen: así la repiten los vencidos como los vencedores, los que pueden como los que no quieren extirparla; los propios, en fin, como los extraños.
Fué, además, un acontecimiento aislado y singular que solo ocurriría una vez durante su vida; y para arrostrarlo tuvo que gastar toda la fuerza vital que habría bastado para muchos años de tranquilidad y calma. La misma ley que la condenaba, la había sostenido durante la terrible prueba de su ignominia.
Antes que verte caminar a la última degradación, consiento en que reanudes tus amores con él. No me gusta esto, pero antes que lo otro... yo me entiendo. ¿Quieres que le lleve un recadito tuyo, quieres que le busque, que le hable de ti?... Odiosa misión, hija mía; pero si con ella te aparto de la ignominia final, creeré realizar una acción meritoria.
Su oración cotidiana consistía en memorar los bienes recibidos de aquella pródiga mano que salvó a su madre de la desesperación, la levantó de la ignominia y la honró haciendo del niño desvalido y miserable un hombre de sano corazón, enveredado por una senda segura de la vida.
Palabra del Dia
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