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Actualizado: 4 de mayo de 2025


La consignacion de un hecho muy sabido: pues á esto equivale el hacer notar que la intuicion del espacio es una condicion subjetiva necesaria para que podamos percibir las cosas unas fuera de otras. La renovacion del idealismo; en cuanto se niega á esta extension toda realidad, considerando las cosas, y su disposicion en el espacio, como puros fenómenos, ó sea meras apariencias.

Otras veces se quejaba el idealismo fantástico del clérigo como una tórtola; recordaba sin rencor, como en una elegía, los días de la amistad suave, tierna, íntima, de las sonrisas que prometían eterna fidelidad de los espíritus; de las citas para el cielo, de las promesas fervientes, de las dulces confianzas; recordaba aquellas mañanas de un verano, entre flores y rocío, místicas esperanzas y sabrosa plática, felicidad presente comparable a la futura.

Nadie que esté en su juicio puede declararse idealista, si el idealismo consiste en sustituir las quimeras y alucinaciones a las sanas y robustas realidades de la vida.

Después que le mataron a su cómplice de idealismo, el ideal ha muerto para ella. Después de haber afectado primeramente por un espíritu de ironía vengativa, movimiento y sensualismo, ha tomado gusto por su papel y lo desempeña hábilmente.

Pero ¿qué es lo que hay detrás de ese fenómeno, única cosa que puedo percibir? ¿Cuál es el ser íntimo y verdadero del Universo? Esos mundos infinitos, ¿son por ventura algo fuera de mi representación? . El idealismo absoluto es un absurdo, porque yo soy objeto de representación para los demás, y sin embargo, tengo la absoluta certeza de que existo fuera de esa representación.

Es un espectáculo tierno y conmovedor el que presenta una joven honesta, que ha llegado a una época de la vida mundana, casi inevitable, luchando en su agonía, y expuesta a caer de un momento a otro, de un exceso de idealismo, a un exceso de realidades. A más de los filósofos, hay siempre un buen número de curiosos dispuestos a seguir con interés está especie de pequeños dramas.

Con cierto refinamiento egoísta de idealismo pervertido y femenino, se complacía en persuadirse de que la desgracia de Manuel daba solución al pavoroso problema de sus dudas; porque si había de quedarse ciego, ¿qué importaba ya que en ella subsistiese el encanto de su belleza heredada y funesta?

Rabiosamente idealista, como pretendían demostrar sus rizos y su nariz, no podía tolerar que en una ficción novelesca entrasen damas que no fueran la misma hermosura, galanes que no fueran la caballerosidad en persona. Por eso, saliendo á defender los fueros del idealismo, tomó la palabra, y con áspera y chillona voz, me dijo: «¿Pero está usted loco? ¿Qué arte, qué ideal, qué estilo es ése?

Eran dos criaturas sin experiencia, demasiado sensibles... como yo. Todo, seguramente, hubiera ido bien. La culpa fue de Zoraida. Ellos pretendían verse a solas, en secreto... Pero sólo por idealismo ¿sabes? por exceso de idealismo, sin malicia ninguna, eso te lo puedo jurar. Si yo creo que José Luis nunca llegó ni a besarla. Con mirarla, nada más, parecía que no cabía en de felicidad.

Adviértase que he escogido de intento el testimonio de uno de los románticos más intransigentes, para que se vea cómo no existe y debe tenerse por un fantasma, creado por las necesidades de la polémica, ese idealismo enemigo de la verdad humana, del cual triunfan tan fácilmente los críticos naturalistas, como triunfaba el ingenioso hidalgo de los cueros que encontró en la venta.

Palabra del Dia

ciencuenta

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