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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Además, ¡tan viejos vistos de cerca! ¡tan prosaicos en sus costumbres íntimas, á pesar de las raciones de idealismo y poesía que servían al público en forma de libros y piezas de teatro!... En Italia se interesó por dos pintores, y anduvo como loca durante una semana por un tenor de fama universal.
Fabrice procuró en vano hacerle comprender que el arte de ninguna manera consiste en servilmente copiar a la naturaleza, la que en sí misma es inerte y muda, sino en reflejar sobre ella las ideas que su contemplación sugiere a nuestra mente, prestándole un algo de esa alma que nosotros poseemos y de que ella carece; pero Calvat al oír tan exactos y atinados razonamientos, rompía en indignación, apostrofando a su cuñado de ser pintor de damiselas, de paisajista de corte, enviándolo por fin a esa repulsiva fosa común del ya difunto idealismo, es decir, la Academia.
A más, los menos romancescos conocen por instinto que en ciertas ocasiones hay que hacer un cierto gasto de idealismo, y no es raro el ver a algunos hombres exaltarse poéticamente delante de su prometida, por la primera y última vez en su vida, como cuando se les habla de un modo especial a los niños y a los perritos, cuando se quiere atraerlos.
Si no la admiraba, la oía: tal poder tiene el amor que se vale de todos los sentidos para consolidar su dominio pérfido. Pero, ¡extraño caso! jamás en el largo espacio de un trienio alzó la vista hacia el nido de Alejo, no observar aquella cosa fea que desde tan alto la miraba y la escuchaba con el puro fervor del idealismo.
Añádase á esto que nunca se proponen imitar la realidad ordinaria de la vida, observando y copiando sus rasgos individuales, sino que sólo se esfuerzan en personificar las formas creadas por el poeta, harmonizando así, en su representación, de la manera más feliz, el idealismo y la naturalidad.
Una verdadera vocación no se me habría pasado con la muerte de mamá, ni con los disgustos que se juntaron encima. Y procuró convencerla de que aquello había sido una pura ingenuidad, un idealismo, por el pensamiento de que fuera de Dios nadie podría enamorarla nunca. Por otra parte el amor ella estaba segura sólo hubiera venido para su perdición.
Ese nombre allí hubiera sido una palabra peregrina, intrusa, repugnante. ¿Qué sitio del cofre habia de ocupar? La palabra mundo, humanidad, género humano, no ocupaba en el cofre sitio alguno: la cáscara de huevo, sí; esta cáscara valia más para la señora que el género humano, que el mundo, que toda abstraccion, que todo idealismo por más universal y grande que fuese.
De aquí que muchos, con reprensible ligereza, hayan creído salir del paso negando que tal cuestión exista, y que realismo e idealismo sean escuelas verdaderamente antitéticas, puesto que todo productor de obras vivideras toma del natural sus elementos.
Esta doctrina de Kant le atrajo la inculpacion de idealismo, y provocó explicaciones del filósofo aleman, que algunos consideran como una contradiccion manifiesta.
Amor, abnegación, sacrificio; estos eran los móviles de mi cariño, nobilísimos sin duda, y que no han vuelto a conmover mi corazón. Después... he amado, he amado muchas veces, pero nunca, como entonces, me he sentido capaz de tamaños heroismos. ¡Romanticismo! ¡Locura! exclamarán muchos al leer estas páginas. ¡Idealismo! dirán los desengañados, los hijos de esta generación egoísta y sensual.
Palabra del Dia
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