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Unos a otros se miraban, se besaban, y cada vez que llegaba algún vecino de Abreschwiller, de Dagsburgo o de San Quirino se repetían tales manifestaciones de afecto. Marcos Divès se vio obligado a contar más de veinte veces la historia de su ida a Falsburgo.

Pero ¡cuánto sufrí por dentro! Ellos corrieron, galoparon, se nos adelantaron a la ida y a la vuelta. El vicario y yo permanecimos siempre serenos, como las mulas, sin salir del paso y llevando a doña Casilda en medio.

La travesía de Nueva York al Havre se lo hizo más larga que a los argonautas toda su expedición: al fin pisó el puerto, tomó el tren y se detuvo en París, a lo cual le obligaba la necesidad de negociar ciertos valores, albergándose en la misma fonda donde estuvo algunos días al hacer el viaje de ida, porque en ella vivía su antiguo y cariñoso amigo Pepe Teruel, que conocía a Felisa, y a quien constantemente hablaba de ella: debilidad propia de enamorados, que siempre han menester confidente.

Los remilgos eran fingidos, pero el que se propasaba se exponía a salir con las mejillas ardiendo. Las virtudes que había allí sabían defenderse a bofetadas. En general, se movía aquella multitud con cierto orden. Se paseaba en filas de ida y vuelta. Algunos señoritos se mezclaban con los grupos de obreros.

Lubimoff ve en su memoria el corto y agitado período después de su llegada á París: su ingreso en la Legión extranjera, el grado de subteniente concedido al antiguo capitán de la Guardia imperial, su ida al frente después de haber distribuído y colocado el millón y medio producto de la venta de Villa-Sirena, la dura vida de campaña, los combates, la muerte acompañando con una generosidad lúgubre los avances de la ofensiva triunfal.

Siendo indispensable emplear un año entero en la ida y vuelta de estas espediciones, se prefiere llevar directamente por tierra del Rio Janeiro ó de Santos las mercadurías de valor; y aunque la distancia que se transita en mulas es de ochocientas leguas, la economía de tiempo no deja de ser considerable; de manera que las gariteas, estando reservadas solamente para el transporte de los efectos de mucho volúmen ó peso, no hacen sino tres ó cuatro espediciones por año del Pará á Mato-Groso.

Y el padre terminó por hacerse la misma pregunta, extrañando que no se le hubiera ocurrido antes lo de la ida á Europa ¡Treinta y cuatro años sin salir de aquel país que no era el suyo!... Ya era hora de marcharse. Vivía demasiado cerca de los negocios. En vano quería guardar su indiferencia de estanciero retirado. Todos ganaban dinero en torno de él.

Hablose en la mesa del tiempo, del gran calor que se había metido, impropio de la estación, porque todavía no había entrado Julio, aunque faltaban pocos días; de los trenes de ida y vuelta, y de la mucha gente que salía para las provincias del Norte. Con cierta timidez, se aventuró Fortunata a decir que su marido debía dejarse de píldoras, y decidirse a ir a San Sebastián a tomar baños de mar.

Colón únicamente escribió en el Diario que salía de Palos muy bastecido de mantenimientos, comprobándolo el hecho de haber alcanzado el bizcocho, con otros artículos, para los viajes de ida y vuelta. Puede conjeturarse que embarcaron víveres para seis meses y agua cuanta cabía en los toneles y pipas. Véase el estudio especial de la tripulación.

El mozo no las quiere dejar pasar; dice que sus billetes de ida y vuelta están caducos. Y ellas chillan, claman al Señor, se llevan las manos a la cabeza, y me miran a , como pidiendo mi intervención definitiva. ¡El tío jefe dice una de ellas nos vido montar en el tren el lunes! corrobora la otra , el tío jefe nos vido.