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Actualizado: 10 de mayo de 2025
¡Vaya! dijo Hullin ; aquí tenemos a Yégof... No esperaba volver a verle este invierno... Eso es raro en él... ¿Qué le sucederá para regresar con semejante tiempo? Y Luisa, dejando la rueca, corrió a contemplar al Rey de Bastos.
Está en la ambulancia; vea usted, allá abajo, donde brilla aquella luz. ¡Pobre hija mía! dijo Catalina ; voy a ayudarle, y así entraré en calor. Hullin, cuando vio que se alejaba, hizo un gesto como diciendo: «¡Qué mujer!»
Luisa golpeaba el suelo con el pie, y luego, abrazando a Juan Claudio por tercera vez, le dijo cariñosamente: Vamos, papá Hullin; la señora Lefèvre ha dicho que sí... ¿Serás tú más malo que ella? ¡Ah! ¡Si supieras cuánto te quiero! El buen hombre, enternecido por tales palabras, se había sentado y volvía hacia otro lado la cabeza para no dejarse vencer y para no dejar que su hija le besara.
Se consideraba como deshonrado por no haber hecho nada. ¡Bah! le dijo Hullin , ¡tanto mejor! Además, tú guardas nuestra derecha. Mira, allá, aquella meseta: si nos atacan por ese lado, puedes marchar.
Cuando los demás gritaban a su alrededor: «¡Hay que deliberar! ¡No podemos estar así, sin hacer nada!», él se limitaba sencillamente a decir: «Esperemos; todavía no ha llegado Hullin, ni Catalina Lefèvre. No tenemos prisa». Entonces se callaban todos, mirando con impaciencia hacia el sendero de Charmes.
Hullin ya no oía a su compañero, porque, habiendo mirado casualmente hacia el valle, acababa de ver un regimiento de infantería que desembocaba en la carretera. Más allá, en la calle, la caballería avanzaba, y cinco o seis oficiales iban delante galopando.
Hullin, Materne y sus hijos iban algunos pasos más atrás, con la carabina al hombro, y de este modo subieron la ladera y se dirigieron hacia la granja de «El Encinar».
Marcos Divès, el contrabandista, tiene en abundancia; mañana irá usted a verle de mi parte, y le dirá que Catalina Lefèvre compra toda la pólvora y todas las balas de que disponga; que ella paga; que venderá su ganado, su granja, sus tierras..., todo..., todo, para adquirirla; ¿comprende usted, Hullin? Sí, comprendido; es muy hermoso lo que usted hace, Catalina. ¡Bah!
A Hullin, que tenía buena vista, no se le escapaba nada; además, hacía muchos años que había sido testigo de hechos análogos; pero Lagarmitte, que nunca había visto nada parecido, estaba estupefacto. ¡Cuántos son! decía moviendo la cabeza. ¡Bah! ¿Y eso qué significa? dijo Hullin . En mi tiempo hemos aniquilado tres ejércitos de cincuenta mil, de la misma raza que éstos, en seis meses.
Cada cual sabía de antemano el sitio que debía ocupar. Asimismo, Hullin dio orden a Piorette, a Jerónimo de San Quirino y a Labarbe de que le enviaran sus mejores tiradores.
Palabra del Dia
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