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Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se hubiese arrojado sobre de aquel modo brusco e inconveniente, pues jamás había hecho daño a ninguna muñeca, creí más probable que de alguna casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente. En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso, suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece o catorce años.

Doña Clara, que si bien más moza que Lucía, era más reflexiva y grave, sintió que su amiga hubiese confiado á su tío aquel secreto, y no pudo reprimir las muestras de su disgusto, frunciendo el entrecejo, poniéndose más seria y tiñéndose al mismo tiempo de grana sus mejillas con la vergüenza y el enojo.

Jamás llegaron a verse fuera de la quinta de Bellevue, porque Beatriz opuso una resistencia invencible a todas las combinaciones que Pierrepont le presentó para facilitar sus citas a solas. ¡Era culpable, es cierto! pero aun en su falta conservaba esa elevación de alma que desprecia los ruines expedientes de la galantería vulgar, y excepcional hubiese sido que en las condiciones de existencia que les habían creado los acontecimientos, no hubieran buscado para suplir a sus habladas ternuras el medio fatal de escribirse.

Hallóse el escribano presente, y dijo que nunca había leído en ningún libro de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote; el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu: quiero decir que se murió.

Cualquiera que lo hubiese observado mientras que la luz rojiza brillaba en su rostro pálido, en sus ojos extraños y dilatados y sobre su cuerpo flaco, hubiera quizá comprendido la mezcla de piedad desdeñosa, de temor y de sospecha con que era mirado por sus vecinos de Raveloe. Sin embargo, pocos hombres podía haber más inofensivos que el padre Marner.

Dice Buffier que aun cuando no hubiese en nosotros sucesion de pensamiento, y no tuviésemos mas que uno solo, no dejaríamos de poseer la idea de duracion. Es cierto, confundiendo la idea de duracion con la simple idea de existencia no interrumpida; pero la dificultad está en que esta duracion no podríamos medirla y por consiguiente nos faltaria la idea del tiempo.

Se abrió aquella puerta de quicio profundo, apareciendo en su hueco Spadoni. ¡Oh, Alteza! Su sonrisa no expresaba asombro. Saludó al príncipe como si lo hubiese visto el día anterior. Fué guiándole por corredores y salones sumidos en una penumbra policroma y que olían á polvo. Hacía muchos meses que los ventanales de colores no habían sido abiertos ni descorridas las cortinas.

Ojeda rio de las palabras de Maltrana. Imagínese continuó éste el salto que hubiese dado el autor de Las Profecías, el amigo de Isaías y de Esdras, al ocurrírsele la idea de que podía existir un nuevo mundo desconocido por el Dios del Génesis, y cuyos habitantes no procedían de Adán y Eva, ni de la dispersión de los hijos de Noé.

Las inquietudes de la gente de París eran estremecimientos nerviosos de un pueblo que vive plácidamente y se alarma apenas vislumbra un peligro para su bienestar. ¡Tantas veces habían hablado de una guerra inmediata, solucionándose el conflicto en el último instante!... Además, él no quería que hubiese guerra, porque la guerra trastornaba sus planes de vida futura, y el hombre acepta como lógico y razonable todo lo que conviene á su egoísmo, colocándolo por encima de la realidad.

Si no la hubiese abrasado en su celestial afecto y empezado a otorgar favores tan gratos como inmerecidos, nunca le hubiera venido a la cabeza idea tan disparatada. No, no pedía tanta gracia, tanto consuelo; le bastaba con lo que Jesús se dignase darle, con algunas migajitas de su amor inmortal.