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Actualizado: 15 de julio de 2025
» Tío repuso Antoñita levantándose, le juro por las estrellas que tachonan el cielo y por la luna que nos alumbra con su suave resplandor, que si me fuese factible el dar mi salud a Magdalena, se la daría con toda mi voluntad. ¿No sería mejor que el peligro en que se encuentra, lo corriese una triste huérfana como yo, que no ella rodeada de riquezas y de afecto?
"Y era que tenía muy alta idea de sus propias dotes personales para dudar de que una muchacha sencilla, educada por un fanático, y sin conocer otras pasiones que las vulgares inclinaciones de aldea, pudiera resistir á ellas. Creyó asimismo que el hecho de poner en libertad al que podía considerar como rival, influiría mucho en el ánimo de la huérfana.
Clara pareció escuchar esto con mucha atención; después le estuvo mirando fijamente por largo rato con cierto asombro. ¿Por qué me miras así? preguntó Lázaro. La huérfana tardó en responder; pero al fin, con voz lenta y cariñosa, dijo: ¿Hace mucho tiempo que no te he visto? No hace tanto. Me viste una tarde: el domingo.
Y allí, ¿qué decían de él? preguntó la devota, abriendo á San Juan Crisóstomo. ¿Qué decían? contestó la huérfana, mirando la labor lo más de cerca que le era posible. Decían que era un joven muy leal, muy generoso, muy bueno y de mucho talento. Sí, ya se conoce que es un joven de buenas prendas dijo la de Porreño, abriendo á San Juan Crisóstomo. ¿Y tiene padres?
A poco murió su madre, y la huérfana, sin hermanos ni parientes próximos, se vio sola en el mundo, frente a frente de aquel tirano, que más debiera llamarse tal que no esposo y compañero. No tenía la Condesa razón alguna para amar ni respetar a su marido; pero amaba la limpieza de su fama, y temía a Dios y veneraba los preceptos morales y religiosos.
¿Y esa es la triste historia de tu vida? ¿A qué decirme, Linilla mía, repuse todo esto que me apena y aflige? ¿A qué poner en duda mi cariño, que en duda le has puesto cuando me desgarrabas el corazón, diciendo que no eras digna de mí? ¿Indigna de mi amor, Linilla mía? ¿Por qué? ¿Porque has sido desgraciada, porque eres huérfana? Al contrario, niña mía: ¿qué mayores motivos para ser amada?
Desconociéralo su hija, tuviérase por huérfana de un padre honrado, y esto solo la daba gran consuelo y las fuerzas necesarias para llevar su cruz como una carga redentora de sus delitos, imperdonables en la otra vida sin una dura penitencia en ésta.
Aún es probable que ésta, al darle el último empuje, crispó sus dedos de gavilán, haciendo presa con sus uñas en un brazo de la víctima. La puerta se cerró con gran estrépito, y las voces destempladas de los dos demonios sonaron por mucho tiempo en el interior. La huérfana bajó con el corazón oprimido; no tenía fuerzas ni voz; casi no tenía conocimiento claro de su situación.
Así fue como se le explicó a la huérfana lo del ten con ten. Aquella noche lloró en su lecho Ana como lloraba bajo el poder de doña Camila. Pero había cenado muy bien. Al despertar sintió la deliciosa pereza que era casi el único placer en aquella vida.
¡Oh! ¡Ya sé, ya, adónde quiere usted ir a parar! repuso Antonia con melancólica sonrisa, pero se equivoca usted Amaury; esa persona a que se refiere no ha puesto nunca en mí sus ojos ni ha pensado en mí para nada. No hay nadie que pretenda a una huérfana que carece de bienes de fortuna, y yo, si he de serle franca, tampoco amo a ningún hombre...
Palabra del Dia
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