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Actualizado: 15 de julio de 2025
He sabido principió, que Melisa Smith, una huérfana, una de mis alumnas, ha estado tratando con usted para seguir su profesión. ¿Es esto exacto? El hombre del sombrero de azabache se inclinó de nuevo sobre la mesa, y como si jugara, de un golpe vigoroso de taco lanzó la bola contra la tabla con absoluta falta de lógica.
Los jueces, la ley, la marquesa de Aransis, la curia infame y el señorío prepotente eran los verdaderos autores de aquel embrollo, con el inicuo fin de desposeer a una huérfana noble, a un ángel desvalido. Pero Dios los castigaría, Dios volvería por los fueros de la verdad y de la inocencia. ¡Pues no faltaba más!
La pobrecita de mi hija se quedó huérfana a los siete años... Y con fastidiosa prolijidad para cualquiera, menos para mi a quien interesaba aquella historia, me la contó, perdiéndose en un mar de pormenores, mientras D. Oscar, impaciente y cejijunto, tocaba el tambor con los dos sobre el brazo del sofá.
Y, preciso es decirlo, aunque nadie lo crea, aunque estas páginas hagan sonreír a los lectores: no estaba yo enamorado de Gabriela, no; mi corazón era de Linilla, de la huérfana tierna y cariñosa, que allá, en un rincón de la Sierra, vivía pensando en mí.... No sabia yo qué fuerza misteriosa me arrastraba hacía Gabriela. ¿Su belleza, su elegancia, su discreción, el fraternal afecto con que me distinguía?
El chico prosiguió: Esa joven, que el señor llama Linilla, es hija de un militar, y el P. Herrera la recogió en un mesón; es huérfana, no tiene ni padre ni madre.... Pues ¡yo no me acuerdo de eso!... dijo la señora con mucha calma, sirviéndose una tajada de rosbif. ¡Ah que mamá! ¡Pues yo sí me acuerdo!
Absorta se quedó al oír estas palabras la señora de Centeno, así como la Mariuca y la Pepina, y no les ocurrió sino que a la miserable huérfana abandonada le había salido algún padre rey o príncipe, como se contaba en los cuentos y romances.
Su espíritu caballeresco, su corazón inclinado al bien, hallaron en aquel suceso un motivo de ocupación, y dedicó toda su actividad á la realización del más generoso propósito. Además, un sentimiento bastante enérgico de simpatía hacia aquella pobre huérfana, le impulsaba á proceder con tanta diligencia. Más adelante conoceremos el nombre y los hechos de este noble, caballero.
La vieja la retiró con violencia; su brazo se alzó; y á pesar de la dignidad que procuraba imprimir siempre á su carácter, á pesar de la nobleza de su raza, á que parecía deber igualarse en la nobleza de sus sentimientos, maltrató á una huérfana infeliz á quien antes había calumniado.
Aquella mañana pasó por dos veces junto a Rafael, seguida de una vieja sirvienta, con toda la gravedad de una huérfana que tiene que ocuparse del gobierno de su casa y hacer las veces de señora mayor. Apenas si le miró. La mansa sonrisa de futura sierva con que le saludaba otras veces había desaparecido. Estaba pálida y apretaba los labios descoloridos.
La huérfana calló, y de sus ojos húmedos se desprendieron dos lágrimas que cayeron en las violetas como dos gotas de rocío. ¡Perdón! repetí, estrechando a la joven entre mis brazos, y atrayendo su gallarda cabeza. ¡Perdóname, Linilla! Y sobrecogida de espanto me apartó dulcemente. ¡Cómo no perdonarte!
Palabra del Dia
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