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Actualizado: 10 de junio de 2025


Al enumerar el considerable personal instalado en la Galería de la Industria para la vigilancia y manutención del Hombre-Montaña, aludió al Comité encargado de dirigir este servicio costoso y á su presidente Flimnap. Pero ahora no le llamó pedante, sino digno profesor y notable sabio, que merecía ser empleado en servicios más útiles á la patria. Después abrió una cartera llena de papeles.

Los dos bueyes que necesitaba para un solo plato costaban una cantidad igual á la que recibía él por dos meses de cátedra; tres almuerzos del Hombre-Montaña acabarían con todos sus ahorros.... Y convencido de que no podía remediar su hambre, se entregó á la desesperación. Gillespie, en realidad, era menos digno de lástima que lo imaginaba el profesor.

No, no salgo contestó Edwin enérgicamente . El que desee verme que entre aquí. Me siento más fuerte bajo este techo. Y al decir esto miraba el tronco enorme apoyado en la mesa. Los enviados del gobierno, cada vez más sombríos y parcos en palabras, se consultaron con una mirada cuando salió Flimnap para decirles que el Hombre-Montaña deseaba cambiar de ropas dentro de su vivienda.

Su vehículo, al llegar á la mitad de la colina, donde estaban acampadas las tropas, fué detenido por un delegado gubernamental, que se negó á dejarle pasar. En vano dió su nombre. Le conozco, doctor dijo el funcionario ; pero el gigante está preso y nadie puede verlo sin una orden del gobierno. Soy el presidente del Comité encargado del Hombre-Montaña.

Se lanzó fuera del edificio, en dirección á la ciudad, pero al dar los primeros pasos por la pendiente de la colina vió que se cruzaba en su camino una máquina rodante con cabeza de tigre, ocupada por militares. El Hombre-Montaña levantó su garrote con intención de aplastar al vehículo y los que iban en él. Bastaba para esto un simple golpe dado con la parte gruesa del tronco.

Fuesen los vencedores unos ú otros, se acordarían de él para tributarle honores casi divinos, como lo prometía Ra-Ra, ó para obligarle á trabajar y darle mal de comer, como venía haciéndolo el gobierno de las mujeres. Al despertar en la mañana siguiente, se vió completamente solo. Todos sus acompañantes habían huído. Esta soledad inquietó al Hombre-Montaña.

Todo esto pensaba emplearlo al día siguiente en el segundo discurso que pronunciaría contra el Hombre-Montaña, ó mejor dicho, contra el gobierno que le había protegido. Usted no hará el discurso dijo el universitario con autoridad . Resulta inútil, por la razón de que mañana el gobierno va á dar muerte al gigante.

El gobierno había prescindido del bondadoso universitario, considerándolo poco seguro. Según los periodistas, el Hombre-Montaña sería conducido al puerto en la mañana siguiente para que empezase sus trabajos. Así fué. El desconsolado profesor le vió trabajando en la orilla del mar, lo mismo que un esclavo.

El Hombre-Montaña pudo vagar á lo largo de la costa sin tropezarse con ningún habitante, porque todos los ribereños se habían metido tierra adentro por orden superior. Al verle tendido en el suelo, empezó el asedio de su persona.

Un simple bote salvó el obstáculo de la muralla divina, trayendo hasta nuestras costas á Eulame y á un Hombre-Montaña viejo, seco de cuerpo, con barba blanca, que supongo debió ser su estudioso protector.

Palabra del Dia

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