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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Vivimos en una sociedad hipócrita, triste y mal educada solía él decir a los jóvenes de Vetusta, que le querían mucho . Ustedes, por ejemplo, no saben bailar. Díganme, si no, ¿de dónde se sacan que puede ser buena crianza el coger a una señorita por la cintura y apretarla contra el pecho?

Unos a otros, con cara de hipócrita compunción, se ocultaban los buenos vetustenses el íntimo placer que les causaba aquel gran escándalo que era como una novela, algo que interrumpía la monotonía eterna de la ciudad triste.

Ya que no por el rápido vuelo de la inteligencia y por la pronta energía de la voluntad, Felipe II es digno de aplauso por la constante solicitud con que mira al bien de su pueblo. Lejos de creerle yo hipócrita, le creo convencido con perfecta buena fe de que era el representante de Dios sobre la tierra y de que el nuevo pueblo de Dios era el de España.

¡Dios me castiga! exclamó ; no he sabido dominar mis pasiones: mi cuerpo está en el claustro, pero mi alma en el mundo; soy un miserable hipócrita.

Tambien la hipocresía es del hipócrita, y la maldad es del malvado, y el adulterio es del adúltero, y las traiciones son del traidor. ¡Es mio! No, no es tuyo, para levantarte contra Dios, contra la creacion y contra el hombre. Para eso no tenemos nada; para eso todos somos mendigos.

Mi tío y Juno, completamente rígidos en cuanto al capítulo de las conveniencias sociales, me dirigían algunas reprimendas elocuentes; pero se las llevaba el viento. Con una tenacidad verdaderamente desoladora no perdía la ocasión de hacer un disparate o decir alguna majadería. Has estado muy inconveniente con la señora de A *, Reina. ¿En qué, hipócrita Juno?

Es un falso, un hipócrita, y si no le aborrezco, no tengo perdón de Dios». En esto, sintió que Juan la abrazaba por la cintura... «Quítate, déjame... gritó ella . Estoy muy incomodada; ¿pero no ves que estoy muy incomodada?». Juan la vio temblorosa y sin poder respirar. «Perdone uste, señora» replicó bromeando.

No acaece esto solamente por esa pasión vergonzosa que en mayor o menor grado reside en todos los seres humanos, la envidia, sino también porque es condición precisa del hipócrita y adulador con el grande, ser al propio tiempo altanero y malévolo con el pequeño.

Tantos pensamientos nuevos y tan repentinos en un pobre cerebro entumecido y cansado, es un sufrimiento atroz. ¿Qué hacer? ¿Desperdiciar en un momento las pruebas de cordura y de resignación que he logrado dar?... ¿Exponerme, si me cogen, á pasar por un hipócrita y un embustero? ¡Tragomer, no puedo!... Abandóname á mi destino...

Pepa se enfadaba o fingía enfadarse, le daba pellizcos feroces, le llamaba hipócrita, coquetón, desvergonzado. Concluyó por decir: Todo eso que me dices es una farsa tuya. Si fuese verdad me alegraría, porque así tendría cierta influencia contigo para hacerte un buen marido.

Palabra del Dia

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