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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Y en el seno de la confianza, particularmente entre los amigos de D. Juan Estrada-Rosa, no se contentaba con decir que Fernanda valía en todos sentidos más que su ex-novio, sino que apellidaba a éste con mil epítetos pesados; jayanote, pavo, santurrón, hipócrita, etc.
El hombre que yo he amado, mi verdadero esposo, mi esposo ante Dios, no se ha llamado nunca Chermidy. Mi fortuna no procede de ese marinero; no le debo nada, y sería una hipócrita si lo llorase. ¿No asistió usted a nuestra última entrevista? ¿Se acuerda usted de la mueca conyugal que embellecía sus facciones?
De modo que, por las señas, la Condesa de Astorgüela, lo mismo podía ser una gran dama arrojada por el desengaño a los brazos de la Religión, que una hipócrita de alto rango, o las dos cosas a la vez. Su rostro parecía arrancado de un lienzo de Mengs o de Van Lóo.
Y siendo así que en todos los siglos ha dado contínuas demostraciones de esta verdad la experiencia: sin embargo ha querido la Providencia Divina mostrar más claramente singular su Paternal cuidado con esta su tan favorecida porción de la Iglesia, sacando a luz el fuego de la perfidia que bajo las cenizas del más solapado fingimiento hipócrita, se encubría.
A todos alcanzaba algo de responsabilidad en esta muerte; pero cada uno, con hipócrita egoísmo, atribuía al vecino la principal culpa de la enconada persecución, cuyas consecuencias habían caído sobre el pequeño; cada comadre inventaba una responsabilidad para la que tenía por enemiga.
Oh, malo sería que el Magistral no saliese inocente de aquella prueba.... Si él, si el hermano mayor no era más que un hipócrita... había que dar la razón en muchas cosas a don Carlos, al que después de todo era su padre. ¡Sí, sí, era su padre, aquel padre que había llorado ella con lágrimas del corazón, el que decía que la religión es un homenaje interior del hombre a Dios, a un Dios que no podemos imaginar como es, y que no es como dicen las religiones positivas, sino mucho mejor, mucho más grande!... ¡Era su padre quien decía todas estas herejías!». Y rezaba, rezaba porque el meditar ya no servía para nada bueno.
Gonzalo, que todas las mañanas a primera hora iba por el Saloncillo, la leyó en una gacetilla tan infame como hipócrita del Joven Sarriense. «Circula por la población la especie decía de que una señora, protagonista de cierto drama amoroso no ha mucho tiempo acaecido, se ha fugado en compañía de su amante del asilo donde su familia la había recluído.
La hembra, en sus pudores o sus arrebatos, plagiaba sin saberlo a sus abuelas, que habían sido, según las épocas, tentadoras con una virtud hipócrita o francamente mesalinescas.
Pero no quiero excitarme con mis palabras y dejarme arrastrar por el furor; una cólera vana como ésta es más despreciable que una hipócrita sumisión.
Prometió al Barrabás interesarse por su suerte, ver a los señores del Juzgado, por si era posible hacer algo en favor suyo. No lo descuides dijo el pilluelo con hipócrita seriedad . Será una buena acción; mis consortes son más culpables que yo. Si hubiese justicia, ya me habrían puesto en la calle. Pero en sus palabras notábase la falta de anhelo por salir.
Palabra del Dia
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