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Actualizado: 15 de junio de 2025


Deje usted que estén arriba y verá cómo hacen lo mismo, peor, porque hasta las hojas se han de comer. Es cuestión de estómago, y nada más: las palabras de patria y libertad y administración pura... ¡macamas! Eso se dice siempre cuando se está al pie de la higuera... En todos mis discursos de oposición no hablaba yo de otra cosa; pero, en subiendo, se olvidan, amigo, créalo.

Y vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la Ciudad. 20 Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces. 21 Entonces Pedro acordándose, le dice: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste, se ha secado. 22 Y respondiendo Jesús, les dice: Tened fe en Dios.

3 Y juzgará entre muchos pueblos, y corregirá fuertes naciones hasta muy lejos; y martillarán sus espadas para azadones, y sus lanzas para hoces; no alzará espada gente contra gente, ni más se ensayarán para la guerra. 4 Y cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien amedrente; porque la boca del SE

Ya columbraba la ventana de la cocina solariega y hasta llegaban á sus narices los aromas de los guisotes del ama de gobierno, cuando distinguió una miruella sobre la rama más alta de una higuera.

Semejantes por sus formas al titubeante ensayo de una Naturaleza en estado de infantilidad o a las primeras intentonas artísticas de un cerebro primitivo, estas montañas eran de un basalto negruzco, que traía a la memoria la corteza rugosa de la higuera o la dura piel del elefante.

45 Felipe halló a Natanael, y le dice: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. 46 Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo bueno? Le dice Felipe: Ven y ve. 48 Le dice Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi.

En una huerta está junto á un camino, En medio de un vallado, una higuera: Aquí, despues de muerto, le han colgado, Fingiendo que murió desesperado. La moza le ahogó, cuando dormia, Con un lazo y cordel muy corredizo: Con ella está presente, que lo via, El nuevo sucesor, y mal mestizo, El cual al muerto luego suspendía.

Las cabañas, donde, con mano amiga, dulcificaba los dolores de sus convecinos. Donde recogía el último suspiro de los moribundos. Donde socorría a las viudas y enjugaba el llanto de los niños arrodillados ante el cadáver de su padre, mientras les decía estas palabras: «A cambio del oro que os doy, rezad por su almaAllí está la higuera al pie de cuyo tronco mecía nuestras cunas.

Un mirlo de corazón osado saltó de la higuera más próxima á la baranda del corredor, miró descaradamente á la niña ladeando repetidas veces la cabeza, tuvo manifiestas intenciones de dar un picotazo en sus mejillas pensando con razón que eran más frescas y más dulces que la cereza que acababa de comerse. ¡Pero Demetria le clavó una mirada tan severa!

Bajo una higuera, negro parasol de ramajes enroscados, vio a unos payeses ocupados en escuchar a alguien que estaba en el centro del corro. Al aproximarse Febrer hubo cierto movimiento en el grupo. Un hombre surgió de él con rabioso impulso, y los otros le detuvieron, cogiéndolo de los brazos, pugnando por contenerle. Jaime lo reconoció por el lienzo blanco anudado bajo su sombrero. Era el cantor.

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