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Actualizado: 8 de julio de 2025


Mi tutor no me ha dicho jamás una sola palabra y nada indicaba en su actitud un hombre turbado por las combinaciones de una guerra intestina ... , su espíritu estaba libre.... ¿ Cree usted que Herminia.... ¡Ah! su sobrina de usted se llama Herminia?... interrumpió Mauricio. , señor ... ¿Cree usted que esta niña ha podido sospechar algo?

Hacia las dos, la sobrexcitación de Mauricio era tan aguda, que hablaba de marcharse á París, subir á casa de Bobart y cogerle por la garganta para obligarle á revelar los secretos de la señorita Guichard y decir dónde ocultaba á Herminia.

Esperaba que vendría la persona por la cual se había apostado en observación; puesto que ella había tenido la idea de acechar su paso, le parecía muy natural que á él le hubiese ocurrido la de pasar. Al cabo de una hora, Herminia no había hecho progresar gran cosa su bordado, pero había dirigido muchas miradas por encima del muro.

Fuera de esto, vivía tranquila en aquel país encantador gozando de un bonito jardín y de sus hermosas flores. Herminia especialmente, era dichosa en la Celle-Saint-Cloud.

Todas las dulzuras que usted la dedicaba me recordaban los artificios en que yo misma me dejé coger!... Si usted ama á Herminia, pierde el cariño de su tutor ... Vea, pues, si no es mejor que no vuelva usted jamás.... Déjeme usted al menos hablarle ... explicarle.... dijo Mauricio con calor, sin observar que, muy diestramente, le acababan de entregar Herminia. ¡No, nada, no vuelva usted!

Y poniéndose en pie empezó á quitarse el batín que usaba en el taller. Entró en su cuarto; se vistió con mucho esmero para un pintor que va sencillamente á buscar un apunte, y tomó el camino del bosque. Si Roussel estaba alarmado por la carta de Mauricio y si éste experimentaba hacía dos días una extraña agitación, la señorita Guichard y Herminia tampoco estaban tranquilas.

Herminia tembló, pensando: "¿Qué va á preguntarme?" El joven dijo sencillamente: ¿Seré tan dichoso que esté hablando con alguna amiga ó pariente de la señorita Guichard? Era preciso responder, so pena de pasar por una grosera. Soy su sobrina, balbuceó Herminia. ¡Oh! Me alegro infinito! dijo él con calor.

Entonces Clementina, con aire de reina, se adelantó hacia Mauricio y después, adoptando el ceremonial en uso, dijo en tono imperioso: Herminia, toma el brazo del señor Roussel. Y pasaron en comitiva al comedor, que debía servir por la noche de salón de baile, y que ostentaba en su centro una gran mesa.

Herminia cambió una mirada inquieta con Mauricio y salió. Puestos en presencia el uno del otro, el prometido y la tía se observaron un momento. Ambos estaban sonrientes pero sus fisonomías aparecían un tanto contraídas. La señorita Guichard tomó la palabra y dijo con voz firme: Mi querido Mauricio, henos ya en el día decisivo.

Llegaron al piso bajo y estaban orientándose para llegar á la cocina, que tenía una puerta al patio, cuando del lado del vestíbulo, hacia la derecha, se oyeron unos pasos. Los fugitivos se detuvieron en un rincón y Mauricio miró en aquella dirección y murmuró: ¡Es Bobart! Herminia sintió un horrible temblor. El abogado avanzaba con una linterna en la mano y su inevitable escopeta en bandolera.

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