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Actualizado: 8 de julio de 2025
Después que el enfermo hubo partido pareció que Clementina respiraba más libremente. Salió de su habitación, en la que se había encerrado, y bajó al jardín, pero permaneció turbada. Un pensamiento importuno atormentaba á su espíritu y á veces, Herminia, que no la perdía de vista, con la industriosa paciencia de las gatas y de las mujeres, la sorprendía hablando sola.
Pudo desde entonces desafiar á Roussel no sólo en el presente, sino también en el porvenir. La hija de la una valía por el hijo del otro. Pero, cosa singular, el corazón de Clementina no se fundió, como el de Fortunato, al calor de esta nueva afección. Amó á Herminia, no por la dicha de amar, sino porque le servía de aliada contra su enemigo.
Mauricio encontraba un poco pueriles tantas precauciones. Había dado un largo paseo por el jardín con Herminia y sabía que podía contar con ella por completo, porque también le amaba. Aquellos corazones se habían entregado al mismo tiempo y no debían separarse jamás.
Y de tal modo, que se ha permitido escribir á mi sobrina una esquelita, que Herminia me entregó, naturalmente, sin abrir ... Está escrita con un buen estilo la tal esquela ... Podrás leerla, si quieres ... ¡Cómo! ¿Se ha atrevido?... Se ha atrevido.
Dame ese papel, dijo la señorita Guichard; en él encontraremos acaso alguna indicación acerca del nombre y la condición social de este joven.... Herminia entregó dócilmente la carta y no bien su tía hubo echado sobre ella una mirada, palideció, y con una emoción inexplicable exclamó: ¡Es su letra!
Tenía verdaderamente una fisonomía atrayente y aun estando pálido, con los ojos cerrados y la frente cubierta con una compresa, resultaba sumamente agradable. Herminia, que iba y venía por la habitación, encontró sobre una silla, en desorden, la ropa del desconocido. Creyó que debía arreglarla y estaba haciéndolo cuando cayó una carta de uno de los bolsillos.
Pensó que iba á ver á la Virgen del bordado y que podría acabar su boceto del natural. El amor al arte, su ternura por Herminia; todo iba á ser satisfecho al mismo tiempo. Bendijo mentalmente al hombre que le proporcionaba todas estas satisfacciones y juró indemnizarle del esfuerzo que le habría costado el resignarse.
Pálido, los labios contraídos, los ojos cerrados, el desconocido permanecía inerte y la señorita Guichard tuvo miedo. ¡Oh! Oh! ¿Acaso será esto más serio de lo que había pensado? Será preciso llevarle á la alcaldía. ¡Oh, tía mía!, suplicó Herminia; ¿dónde puede estar mejor cuidado que en nuestra casa? ¡Es verdad!, contestó con convicción la señorita Guichard.
Había cerrado todas las puertas y se disponía á acostarse. Se aproximó al sitio en que los dos jóvenes estaban como embutidos, y en el mismo instante, una mano tan rápida como vigorosa le cogió la escopeta y se la arrancó. Con gran espanto, Bobart se encontró frente á frente con Mauricio, que tenía á Herminia á su lado. ¡Señor!... exclamó.... Y no pudo acabar.
El buen señor se enterneció al principio y aseguró que aquella chiquilla era verdaderamente deliciosa, pero después reflexionó y acabó por no aprobar que Mauricio la hubiese revelado su táctica. ¡Las mujeres son tan charlatanas! ¿Podrían estar seguros de que, con la mejor intención, no cometería Herminia alguna indiscreción, aunque fuese ligera?
Palabra del Dia
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