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El combate terminó cuando el sable de Villar, sin intención ninguna, tropezó con la frente de Belinchón. Fué un simple rasguño; pero los padrinos dieron por terminado el lance. Don Rufo colocó un gran pedazo de tafetán inglés sobre la herida. El herido dió la mano noblemente a su contrario. Se envió un telegrama a Lancia, para que lo pusiesen a Sarrió.

Fue seguramente en aquellos mismos días cuando Pipaón, deseando rematar convenientemente sus honestas relaciones con Micaelita, determinó echarse al cuello la soga del matrimonio. Exigíalo su posición social, ya considerable, y lo pedía a grito herido su peculio, el cual con el acrecentamiento de los gastos y comodidades necesitaba refuerzos grandes.

Una de sus amigas ha dado una cita secreta en el aposento de Doña Flor al joven Enrico, sobrino del Duque; encuéntrase este último allí, cuando entra también Clotaldo, que ha sobornado á una doncella; surge de aquí una riña entre ambos caballeros, y Enrico, herido mortalmente, cae en tierra, y Clotaldo se escapa enmascarado y sin ser de nadie conocido.

Pues no les volvió la cara, ni creo que la hubiera vuelto aunque fuesen doce. ¡Qué modo de revolverse! ¡qué modo de brincar! ¡qué modo de dar palos! ¿Veis un oso cuando los perros le acometen después de herido, y al primero que se le acerca le da un zarpazo y lo tumba y los otros ladran sin atreverse á entrar hasta que uno más atrevido se lanza y vuelve á caer?

Pero pasaron meses y más meses; el herido curó, y como Malespina fuese también persona bien nacida y rica, se notaron en la atmósfera política de la casa barruntos de que el joven D. Rafael iba a entrar en ella. Renunciaron al enlace los padres del herido, y en cambio el del vencedor se presentó en casa a pedir para su hijo la mano de mi querida amita.

Francolines de vistosas plumas corrían en bandadas. Tomás Cardoso, que era gran cazador, no pudo resistir a su deseo de matar el que le pareció más grueso y más cercano. Disparó una flecha, y el pájaro cayó herido a poca distancia.

Cada uno había guardado de la carta lo que respondía mejor a su temperamento. Papá, herido en su orgullo de hombre pobre, habría en lo sucesivo considerado como una vergüenza el dejar entrar a su hija en una familia en que se la miraría con malos ojos.

Quedáronse espantados de ver la traza, y muertos de risa de que el confitero decía que le mirasen, que sin duda le habían herido, y que era un hombre con quien había tenido palabras; pero volviendo los ojos, como quedaron desbaratadas al salir de la caja las que estaban al derredor, echó de ver la burla, y empezó a santiguarse, que no pensó acabar. Confieso que nunca me supo cosa tan bien.

Una conspiración horrible. ¿Pero cómo...? Anoche un amigo mío, un noble joven que acababa de llegar á la corte, tuvo un desagradable encuentro á causa de una dama, con don Rodrigo Calderón. Don Rodrigo, según me ha dicho mi confesor, está herido, y esto es una desgracia. No, no señora, esto es una fortuna; don Rodrigo es un traidor.

»Carlos, por el contrario, aunque herido por golpe tan terrible, había redoblado sus cuidados y su amor para hacerme olvidar.