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Actualizado: 2 de junio de 2025
D. Martin Martinez de Tineo, que maneatado le condujeron en medio del tumulto, donde fué herido de un garrotazo en la cabeza, porque no quiso asentir á sus proposiciones, de que no les daria azotes, para que aprendiesen la doctrina.
El mayor Andrews, un viajero inglés que ha dedicado muchas páginas a la descripción de tantas maravillas, cuenta que salía por las mañanas a extasiarse en la contemplación de aquella soberbia y brillante vegetación; que penetraba en los bosques aromáticos, y delirando, arrebatado por la enajenación que lo dominaba, se internaba en donde veía que había obscuridad, espesura, hasta que al fin regresaba a su casa, donde le hacían notar que se había desgarrado los vestidos, rasguñado y herido la cara, de la que venía a veces destilando sangre sin que él lo hubiese sentido.
Pero, en fin, señor replicó la joven balbuceando ; ¿usted cree... está seguro, que no tengo nada que temer por mi marido?... ¿que no puede ser herido? Estoy persuadido de ello. Bien, señor... gracias; le saludo, señor. Siguiole con la vista, hasta que hubo salido, y tomando después la mano de su madre: ¡Ah, madre! dijo . ¡Siento que me voy volviendo criminal!
No hubo combate en que el león ibero haya lucido el bélico furor que en su alma late. Por viles redes de traición perdido, en tus manos cayó, como el cordero en los mercados públicos vendido. No fué el atleta histórico, el guerrero que cae en medio de la lid sangrienta herido al golpe de mortal acero. ¡Me estremece de horror la vil afrenta!
El hombre herido no debe fiarse de aquellos roedores. Cuéntase que en una isla desierta se comieron á varios de los marineros que llevaba Drake, los cuales se vieron asaltados, vencidos por sus bullidoras legiones. Ningún ser viviente puede vencerlos con armas iguales.
¡Sangre!... El rojo escandaloso de la sangre por todas partes: en la chaqueta y la camisa, que cayeron como guiñapos al pie de la cama; en la blancura rígida de las gruesas sábanas; en el cubo de agua que se iba coloreando al mojar Pep un trapo para lavar el busto del herido. Cada prenda arrancada de su cuerpo esparcía en torno una menuda lluvia.
Pero, capitán, veo a un religioso... ¡Infame! se ha disfrazado. ¡Fuego! ¡Por San Pedro! fuego, pues. ¡Por usted, reverendo! El fraile recibió el tiro en el pecho y cayó de rodillas. No quedaban más que dos, él y el filósofo, también herido. Los otros habían sido muertos, se habían ahogado entre los rompientes al querer ganar a nado la tartana, o arrastrados por las olas.
Recordaba con esfuerzo, como si fuesen pálidas visiones, su ida á Europa; los combates junto á Saint-Mihiel, de los que salió herido; la ceremonia guerrera durante la cual á él y á otros compañeros les colocaron sobre el pecho la roja cinta de la Legión de Honor.
El médico que Soldevilla había traído, encerrado durante el lance en una sala por no presenciarlo, reconoció minuciosamente las fracturas y contusiones del herido. Declaró, desde luego, su estado muy grave. Peña y don Rudesindo, encontraron a Gonzalo dentro del coche llorando desesperado. ¡Soy un bruto! les dijo. ¡Un bárbaro! ¡Qué pensarán ustedes de mí! He cometido una acción bochornosa.
Había vivido en el campo desde su llegada á América, cuando la gente blanca no se atrevía á establecerse fuera de las poblaciones por miedo á los indios bravos. Su primer dinero lo ganó como heroico comerciante, llevando mercancías en una carreta de fortín en fortín. Mató indios, fué herido dos veces por ellos, vivió cautivo una temporada y acabó por hacerse amigo de un cacique.
Palabra del Dia
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