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Actualizado: 7 de junio de 2025
Siempre me dice, ya haciéndome ver el corte de su «jaquette», ya los pliegues de su corbata: «Esta es la última palabra de Gironi. Esta es la última palabra de Vassier...» Gironi es el sastre. Vassier el fabricante de corbatas. »Hoy tenemos más libros; pero esta vez vienen acompañados de una tarjeta como las que reparten los negociantes para difundir su dirección.
No puedes olvidar la noche en que quisiste y yo no quise, y ahora te das el placer de mi suplicio; gozas haciéndome sufrir... ¡Oh, Miguel! interrumpió ella con un tono de protesta. Lubimoff siguió hablando rencorosamente, y esta indignación conmovía á Alicia más que los ruegos humildes de poco antes. Era la imploración desesperada del desahuciado que quiere volver á la vida normal.
Me acerqué a algunas estancias por saber algo de cierto, creyendo que en tantos años esto se hubiera compuesto; pero cuanto saqué en limpio jué que estábamos lo mesmo. Ansí, me dejaba andar haciéndome el chancho rengo, porque no me convenía revolver el avispero; pues no inorarán ustedes que en cuentas con el gobierno tarde o temprano lo llaman al pobre a hacer el arreglo.
Hombre interrumpió aquí mi tío que estaba presente, mientras Neluco se sonreía como si se burlara de las mismas ponderaciones que iba haciéndome, que veas a Promisiones, bien está; que conozcas de vista la casona de los Gómez de Pomar, pase también; pero que lo que queda allí de esa sangre vieja valga la pena de meter su jocico en aquel estragal un cabayeru como tú... ¡pispaju! eso sí que lo niego a pies juntos.
El general Estrakenz murmuró Sarto, haciéndome saber así que me hallaba en presencia del más famoso veterano del ejército de Ruritania. Detrás del General se hallaba un hombrecillo que vestía amplio ropaje rojo y negro. El Canciller del Reino murmuró Sarto. El General me saludó con algunas leales palabras y en seguida me presentó las excusas del duque de Estrelsau.
Voy a razonar fríamente conmigo misma, como conviene a una persona que hace el balance de su vida. ¿Ser su esposa? Eso es imposible, bien lo sé. ¿Huir? ¿Qué haría en medio de extraños? Los conozco; conozco a los hombres y los desprecio. Ellos me han hecho daño, seguirán haciéndome sufrir. Todo lo que me queda de fe, de amor y de esperanza, no descansa ya más que en él. Pues bien, ¿morir?
Me parece que hay en esto una contradicción singular y misteriosa, como si sintiésemos á la vez en el trabajo, el castigo y el carácter divino y paternal del juez. Jueves. Esta mañana al despertar, se me entregó una carta del viejo Laubepin. En ella me invitaba á comer, excusándose de esta gran libertad, y no haciéndome comunicación alguna relativa á mis intereses.
Afortunadamente estábamos ya cerca de casa, y no tardamos en llegar. De otra suerte, mi papel no hubiera sido muy airoso. Por la tarde, en el paseo, volvió a acompañarlas, y yo me sentí por ello fuertemente mortificado. Tanto que me retraje de acercarme, y crucé varias veces a su lado, haciéndome el distraído para no saludarlas. Debió presentar mi fisonomía un aspecto más que sombrío, feroz.
Watson preguntó á Robledo si les acompañaba á la Opera. No; voy haciéndome viejo, y me molesta ponerme de frac y guantes blancos para escuchar música. Prefiero quedarme en el hotel. Veré cómo acuestan á Carlitos... Le he prometido un cuento.
La noche había tendido sus sombras sobre el inmenso piélago, y yo meditaba todavía, sentado cerca del timón del Thames. De repente un sudor frió me inundó la frente, haciéndome temblar.
Palabra del Dia
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