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Actualizado: 20 de junio de 2025


El trabajo que todo hombre prosigue con asiduidad, tiende, de ese modo, a volverse un fin por mismo, haciéndole salvar de este modo los vacíos sin atractivos de su existencia. La mano de Silas se complacía en manejar la lanzadera, y sus ojos se distraían al ver los pequeños cuadros del tejido completarse bajo sus esfuerzos.

Suéltenlo ustedes: es un santo. En aquel instante entraba en el saloncillo Reynoso con García. Este, para no turbar a su amigo Aldama, había escrito desde la delegación una esquelita a aquél haciéndole saber lo que le ocurría. Don Germán se apresuró a ir allá y afianzarle. Llegaba el buen García feliz, resplandeciente.

¿Puedo decir al señor Fabrice que tiene usted a bien recibirlo? Sin duda.... a mi hora acostumbrada... pero es preciso que antes de casarse termine mi retrato... Dile que venga dentro de media hora. Beatriz le presentó de nuevo sus mejillas y se retiró. Pronto encontró a Fabrice en el parque, haciéndole un breve resumen de su entrevista con la baronesa.

A pesar de todas las razones que don Rosendo alegó para retenerle, haciéndole presente que la casa era capaz para recibir a los nuevos huéspedes, el disgusto que a él y toda su familia iba a ocasionarles aquella tan inopinada marcha, etc., etc., el Duque se mostró inflexible.

Por algo la avisaba el instinto, haciéndole temer la cólera del marido en los primeros tiempos de su infidelidad. Recordaba el gesto de aquel hombre al sorprenderla una noche á la salida de la casa de Julio. Era de los apasionados que matan. Y sin embargo, no había intentado la menor violencia contra ella... El recuerdo de este respeto despertaba en Margarita un sentimiento de gratitud.

En aquel momento entraba Marta en el gabinete. Al pasar por delante de Ricardo, éste la cogió de una mano y la obligó a sentarse sobre sus rodillas, haciéndole una muda caricia con los ojos, sin dejar de atender a la conversación. La niña se sentó sin resistencia y escuchó también en silencio. ¿Pero de veras dice eso? preguntó don Máximo.

Más que el miedo a ser sorprendido, le había molestado lo ridículo de esta situación. ¡Qué cosas llegaba a hacer un hombre serio influenciado por aquella vida de a bordo, que retrogradaba las gentes a la niñez!... El miedo al ridículo despertó su conciencia por una acción refleja, haciéndole ver la imagen de Teri que le contemplaba con ojos crueles y un rictus desesperado...

Por el anterior pasaje se echa de ver que el sentido de la identidad del entendimiento con la cosa entendida, no era otro que el explicado al principio de esta nota, á saber, el de la union íntima de la idea ó especie inteligible con el entendimiento, como una forma con su materia; forma que perfeccionaba al entendimiento, haciéndole pasar del estado de potencia al de acto, y poniéndole en relacion con la cosa representada.

» No está mejor, pero ahora duerme contestó con aire distraído, casi sin mirarme. La señora Braun está haciéndole compañía; yo voy a preparar el medicamento. »Desde la noche del baile, el doctor ha convertido su habitación en farmacia, y todas las medicinas las prepara él por mismo.

Tan pronto seguía con la vista inquieta aquel mar casi inmóvil, tan pronto la seguía en sus decrecimientos haciéndole creer que ya faltaba muy poco para llegar a sus límites naturales; y a medida que las tierras comenzaban a elevarse aquí y allá como pequeñas islas, su corazón renacía a la esperanza.

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