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Actualizado: 10 de mayo de 2025
Todo eso de aduanas y carabineros y barquillas de la Tabacalera, no lo ha creado Dios; lo inventó el gobierno para hacernos daño á los pobres, y el contrabando no es pecado, sino un medio muy honroso de ganarse el pan exponiendo la piel en el mar y la libertad en tierra. Oficio de hombres enteros y valientes como Dios manda. Yo he conocido los buenos tiempos.
Todo eso de aduanas y carabineros y barquillas de la Tabacalera no lo ha creado Dios: lo inventó el gobierno para hacernos daño a los pobres, y el contrabando no es pecado, sino un medio muy honroso de ganarse el pan exponiendo la piel en el mar y la libertad en tierra. Oficio de hombres enteros y valientes como Dios manda. Yo he conocido los buenos tiempos.
Apreciable Frecourt, vas á hacernos el favor de hablarnos de todo menos de tu sempiterna música. Maugirón lanzó ese ultimátum á su amigo en cuanto se sentaron á comer. Sí, querido, ya sé que no eres melómano. ¿Quieres que hable de cocina, de estrategia, de pintura, de política? No hables, lo prefiero.
Rabia, rabia, rabia... Y no los tendrás, no los tendrás nunca, y yo sí... Rabia, rabia, rabia...». Más allá del Banco volvió a reírse. Su monólogo era así: «¡Lo mismo que la otra, la señora del Espíritu Santo...! Doña Mauricia, digo, Guillermina la Dura... Quiere hacernos creer que es santa... ¡buen peine está!
Pero con esta obscuridad, ¿cómo? preguntó Cornelio. Los salvajes tienen mejor vista que nosotros respondió el viejo piloto . A veces ven más que los animales nocturnos. ¿Y para qué querrán hacernos prisioneros? Para apoderarse de nuestros fusiles, Cornelio dijo el Capitán . Su insistencia no se explica de otro modo. ¿Aprecian mucho las armas de fuego?
Don precioso que nos ha otorgado el Criador para hacernos razonables aun antes de raciocinar; y á fin de que dirijamos nuestra conducta de una manera prudente, cuando no tenemos tiempo para examinar las razones de prudencia. El hombre cree al hombre, cree á la sociedad, antes de pensar en los motivos de su fe; pocos los examinan, y sin embargo la fe es universal.
Porque haces olvidar, con tus engaños, que el amor sólo brinda desengaños, y fingiendo el amor, el amor creas; por hacemos creer, con tus pudores, en la sinceridad de tus amores, ¡por hacernos creer, bendita seas! Cuando estoy solo, sueño en la blancura de tu piel y en el negro de tu pelo, y enardecido de pasión, me encelo por la sensualidad de tu cintura. Entre las sombras del pesar me pierdo.
Y planetas cien veces, mil veces más grandes que la tierra, son ante la inmensidad una porquería como nosotros; y el padre sol que nos mantiene tirantes de su rienda, y al que bastaría un leve avance de su coram-vobis de fuego para hacernos cenizas, no es más que un pobre diablo, uno de tantos bohemios de la inmensidad, que a su vez contempla otro planeta reconociéndolo por su señor... Y así hasta no acabar nunca.
Encontrándonos en esta conversación, fué á hacernos compañía un honrado comerciante español, casado con hija del país y radicado en aquel pueblo. Enterado de nuestra conversación nos dijo, que él sabía de un viejo de ciento dieciocho años, que se le conocía con el nombre del matandá de la ermita, el cual, hacía tiempo vivía en el barrio de Cotta, distante dos leguas de Tayabas.
Y dábamos vueltas por el muelle, sin hacernos cargo de que estábamos a la orilla del agua. En una de estas vueltas me falló un pie y caí al río, no sin arrastrar conmigo al malagueño. No le vi más. La impresión del agua fría apagó la calentura de ambos. Solté las manos y el primer pensamiento de los dos al salir a la superficie fue el de salvar nuestras preciosas existencias.
Palabra del Dia
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