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Actualizado: 13 de julio de 2025
Se llevó su diestra dolorida á la altura de los ojos. Uno de sus dedos sangraba. Tal vez se había enganchado en los pendientes de ella; tal vez se había rasgado en un alfiler perdido en su pecho. Chupó la sangre del profundo arañazo y luego olvidó esta herida, para seguir contemplando el cuerpo tendido á sus pies. Poco á poco se habituó á la luz difusa de la habitación.
Al entrar en la habitación de la abuelita, su cara tomó cierto aire de indiferencia que nunca tenía. Tendió la mano a José Luis y como estaba Adriana junto a ella, se lo presentó.
Al volver á su habitación envió al camarero bigotudo en busca de noticias... La signora no había almorzado en el hotel: la signora había salido mientras él estaba en el comedor. Seguramente que á la noche se dejaría ver.
Le cubrieron el rostro, lo transportaron a la habitación de Miguel, en cuyo lecho lo pusieron y Antonieta suspendió sus preces para bañar la ensangrentada frente del Rey y vendar sus heridas, en tanto llegaba un médico. Y Sarto, convencido más que nunca de mi reciente presencia allí y habiendo oído el relato de Antonieta, envió a Tarlein en mi busca, por foso y bosque.
La misma idea que había tenido de pedir al carcelero una habitación en lo alto de la casa, para poder desde allí ver el tejado de la suya, la había tenido mi madre de subir con frecuencia al desván de su casita y sentarse allí a contemplar a través de su dolor y con los ojos humedecidos por el llanto, los muros de la prisión que retenía aquello que tanto amaba en el mundo.
Miguel, lleno de asombro, se dirigió a su habitación: al entrar oyó la voz de Perico. Buenas noches, Miguelito. Miró a todos los rincones del gabinete, y no vio a nadie. Estoy aquí, en la alcoba. Miguel fue a allá y le encontró metido dentro de su cama. ¡Pero hombre!... Perdóname... me hallaba medio desnudo y tenía mucho frío... Pero ¿qué ha sido eso?
«Vamos á enterarnos de cómo ha pasado la noche», se dijo. Abrió la puerta, miró al interior de la habitación, é hizo un gesto de asombro. No había nadie en ella; la cama, con sus ropas en desorden, estaba vacía. El español quedó pensativo. Primeramente se imaginó que Federico, no pudiendo dormir en toda la noche, habría salido á dar un paseo al apuntar el alba.
Se detuvo delante de una puerta cerrada, la abrió, y me hizo entrar. La habitación de usted.... Esta ventana da al jardín. No es de las mejores piezas, como usted ve, pero está junto al escritorio. La distinción y la cortesía del señor Fernández me cautivaron desde luego, y cambiaron en pocos minutos el estado de mi alma.
El hombre que se paseaba en la habitación y hablaba casi por monosílabos y lentamente con Luisa, era un hombre alto, fornido, soldadote en el ademán, en el traje y en la expresión, con cabellera revuelta, frente cobriza, ojos negros, móviles y penetrantes, mejillas rubicundas y grandes mostachos retorcidos.
Se retiró a una habitación para leerlas a solas y al salir parecía aturdido. Estoy pronto dije, sintiéndome menos dispuesto que nunca a prolongar mi permanencia en Estrelsau. Tengo que extender un permiso para que podamos salir de la ciudad continuó Sarto, sentándose. Miguel es Gobernador de la plaza, como ustedes saben y hay que esperar que no nos faltarán obstáculos.
Palabra del Dia
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