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Pasaron al gabinete donde habían de tomar el café, y allí quedó Julián solo unos instantes mientras la viuda, llamada por la doncella, entró en la habitación que fue despacho de Gabriel. ¿Qué quieres? ¿Para que me molestas? preguntó.

La luz inundaba vivamente la estancia, que, fuera de cierto abigarramiento ya indicado, estaba decorada con elegancia y era, á no dudarlo, la habitación de un joven de espíritu cultivado y con gustos artísticos. Los cromos de las paredes representaban en su mayoría mujeres hermosas y escenas de amor.

Hallábase esta sola, alumbrada por una luz que ya agonizaba, de rodillas en el suelo y apoyando sus brazos en el asiento de una silla, en actitud de orar devota y recogidamente. Alarmose al ver entrar a un hombre tan a deshora en su habitación, y a su fugaz alarma sucedió el asombro, observando la carga que Golfín sobre sus robustos hombros traía.

Algún fraile misionero dijo que la voz significaba «arriba, en lo alto» y que se refería á la habitación elegida por los negritos en las alturas de las montañas.

¿ has visto a Juan, mamá? , comerá con nosotros. La joven entró a su habitación.

Más vale que don Guillén no haya acudido a la mesa, porque le abochornaría esa abominación. A todo esto, Fidel, el mozo, se reía cazurramente. Terminada la comida, salí de la metrópoli y me encaminé a mi colonia. Como cosa de veinte pasos delante de iba Fidel, conduciendo una gran bandeja, cubierta con un mantelillo. Nos juntamos en el pasillo adonde daba mi habitación.

En cuanto él entró esparcióse por la habitación un perfume penetrante. ¡Jesús, qué peste!-exclamó por lo bajo Pepa Frías después de darle la mano-. ¡Qué afeminado es este Ramoncito! ¡Hola, barbián!-dijo el joven tomando de la barba con gran familiaridad a Pinedo-. ¿Qué te has hecho ayer? Pepe Castro ha preguntado por ti.... ¿Ha preguntado por Pepe Castro? ¡Tanto honor me confunde!

Después lo conduje yo mismo a la habitación inmediata. Hermano le dije, de haber sabido yo que Vuestra Alteza se hallaba aquí, no hubiera vacilado un momento en solicitar de la Princesa permiso para conducir a Vuestra Alteza a su lado. Me dio las gracias, pero con mucha frialdad. Sin negar al Duque algunas buenas cualidades, no tenía la de saber ocultar sus impresiones.

La habitación destinada a Florentina en Aldeacorba era la más alegre de la casa. Nadie había vivido en ella desde la muerte de la señora de Penáguilas; pero D. Francisco, creyendo a su sobrina digna de alojarse allí, arregló la estancia con pulcritud y ciertos primores elegantes que no se conocían en vida de su esposa.

Pasando Febrer de la obscuridad de su habitación a la difusa claridad de la luz sideral, vio la mancha de las malezas en torno de la torre, más allá la confusa blancura de la alquería, y enfrente la giba negra de los montes cortando un cielo cargado de palpitaciones de estrellas. Esta visión sólo duró un instante: no pudo ver más.