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No quedaba en el salón ninguna de las extranjeras rubicundas que hacían labores y hojeaban revistas. Los músicos habían desaparecido. El silencio nocturno sólo era cortado por leves crujidos de la madera y el balanceo de los objetos. Ojeda se decidió a escribir. Ten fe en nuestro destino. No desesperes: tal vez nuestro amor necesitaba de esta prueba para fortalecerse.

El hombre que se paseaba en la habitación y hablaba casi por monosílabos y lentamente con Luisa, era un hombre alto, fornido, soldadote en el ademán, en el traje y en la expresión, con cabellera revuelta, frente cobriza, ojos negros, móviles y penetrantes, mejillas rubicundas y grandes mostachos retorcidos.

Cuando estés en la miseria, siempre me acordaré de que soy tu hermano, y tendrás donde comer y los tuyos.... Pero dinero, ¡ni un céntimo! Doña Manuela levantó la cabeza con altivez, mostrando la mirada ardiente y las mejillas rubicundas. Gracias por la limosna dijo con ironía . Pero aún no he llegado ahí. Llegarás, llegarás repuso don Juan sin perder la calina . Estás en el camino.

Lloró la gran vitoria el turbio Esgueva, Pisuerga la rió, rióla Tajo, Que en vez de arena granos de oro lleva. Del cansancio, del polvo, y del trabajo Las rubicundas hebras de Timbreo Del color se pararon de oro baxo. Pero viendo cumplido su deseo, Al son de la guitarra Mercuriesca Hizo de la gallarda un gran paseo.