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Actualizado: 11 de septiembre de 2025
Igual había pensado en París, donde cuatro millones de vecinos despiertos vivían rodeados de veinte o treinta millones de antiguos habitantes dormidos para siempre; y la misma fúnebre idea habíale perseguido en todas las grandes ciudades. Los vivos no están solos en ninguna parte.
Quedóse con esto más tranquilo, casi sereno del todo: indudablemente era que se reducía aquello a una necia broma... Cierto que habíale sucedido a él en aquel negocio espinosísimo lo que acontece a todos los caracteres fogosos; que una vez dado el primer empuje, caen luego en la mayor apatía, abandonando los planes con tanta rapidez fraguados y con tanto calor emprendidos.
En fin, esto pasará». Pasó ciertamente, y lo primero que hizo al reponerse fue variar la orden que había dado al simón. Habíale dicho Ave María, 18; pero tuvo una idea, y dijo Cabeza, 10, sacando la suya por la ventanilla, alargando el brazo y tocando con la llave que en la mano llevaba, al modo de un arma, el brazo del cochero.
Maltrana se alegró al verle. «El vecino», como él le llamaba, habíale siempre inspirado gran simpatía. Muchas veces, de chiquitín, entraba en su cuartucho, y sentándose en sus rodillas, le acariciaba el recio bigote, haciéndole preguntas sobre las aventuras de su vida. Era un aragonés, parco en palabras, rudo, sobrio, habituado a la obediencia.
Su ya larga existencia la tenía consagrada a husmear los matrimonios en desgracia, y acabar con ellos. Era su especialidad. Dos o tres duelos, uno de ellos con el conde Jacobo de Lerne, que habíale llamado el tiburón de los salones, habían puesto el colmo a su reputación.
La causa de su venida fué deseo de satisfacer un agravio, con ayuda de los Catalanes; porque muerto un tio suyo que se llamaba Benito Jaqueria, en cuyo nombre habia gobernado el Castillo cinco años, con cuidado, y fidelidad, según él decia, habiale heredado otro tio suyo que luego vino á Fruilla, y sobre la averiguacion de ciertas cuentas tuvieron algunos disgustos, y vuelto á Génova el tio, tuvo aviso Ticin que enviaba cuatro galeras para prenderle.
Una linda devota, la señora de L..., habíale demostrado durante tres meses que los placeres más vivos no consisten en la disipación y el escándalo. No se crea por eso que había roto en absoluto con el cuerpo de baile; la severa lección recibida no le había hecho concebir el menor horror hacia aquella hidra de cien encantadoras cabezas.
Habíale dejado pelando la pava con María, pero temía que el tiempo que había gastado con el novio de la Mercedes y el que le había hecho perder el señor Rafael hubiese bastado para que el traidor dejase á su antigua querida y viniese á buscar la nueva. Pronto se desvaneció esta duda al ver doblar la esquina de la calle á un hombre. A la luz de la luna pudo reconocer á Antonio.
Desde que se sentaron a la mesa, la transformación que acababa de operar en su rostro había llamado la atención de todos, hasta de su padre, que no se dignaba reparar sino en muy contadas cosas: habíale dirigido durante el almuerzo cuatro o cinco miradas largas y escrutadoras, y él, por no soportarlas, bajaba la vista y se hacía el distraído; estaba avergonzado, y hubiera dado cualquier cosa por ponerse de nuevo los pelos que se había quitado.
Desde aquel momento me cerró su puerta, su ventana y su corazón. La señora de Maurescamp habíale escuchado con extremada atención. Cuando hubo concluido, mirole fijamente: ¿Y qué consecuencia sacáis de eso? díjole. He sacado por consecuencia que las mujeres honestas eran demasiado fuertes para mí.
Palabra del Dia
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