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Actualizado: 7 de junio de 2025
¡Choque usted, Núñez: eso mismo he pensado yo siempre! exclamó Enriqueta Atienza alargando su copa que Gustavo se apresuró a tocar con la suya.
Además Peña es muy gordo proseguía él sin hacer caso de la cariñosa advertencia y dice con razón Gustavo Núñez que los hombres gordos no son capaces de bondad ni de maldad. Sólo los delgados son realmente buenos o malos. Reynoso principió cómicamente a palparse y a palpar a Cirilo. ¿Tú y yo somos delgados o gordos, querido?
Pues yo, con tu permiso también, querido Gustavo manifestó Tristán adoptando el mismo tono jocoso , no pienso que la vida sea una comedia interesante. Me parece que es o una tragedia espeluznante o un sainete no siempre gracioso. En el primer caso debemos retirarnos temprano del teatro. Las emociones fuertes turban la digestión.
Esta se fue a la sala antes de terminar, abrió el piano y comenzó a teclear suavemente: luego llamó a Elena, la hizo sentar a su lado en un diván y comenzó a charlar perdiéndose en un mar de graciosas y menudas confidencias que aún alegraron más a Elena con estarlo ya mucho a causa del champagne. Cuando se hallaban más distraídas vino a interrumpirlas Gustavo Núñez.
Tristán sonrió levemente, quedó unos instantes pensativo y al cabo le preguntó: ¿Y nosotros los poetas también necesitamos la amistad de los ministros? No, vosotros necesitáis pertenecer a uno de los dos Cuerpos colegisladores respondió gravemente el pintor. ¡Vamos, Gustavo, hoy traes la guasa verde! No es broma, querido, es la pura verdad.
Ya no frecuentaba tanto a Gustavo Núñez porque a éste le agradaban más los apartes con las damas que las reuniones con los hombres aunque fuesen literatos. Sin embargo, alguna vez paseaban o comían juntos. El pintor no había dejado de visitar la casa de los recién casados aunque estaba seguro de que no era santo de la devoción de la señora.
Terminada la ceremonia y la misa Tristán se acercó a su amigo Núñez en la misma iglesia y le dijo: ¿Sabes, Gustavo, que esa epístola de San Pablo que nos acaban de leer me parece un poco grosera? Núñez soltó una carcajada discreta y exclamó poniéndole la mano sobre el hombro: Pero hombre, ¿hasta con San Pablo te has de meter? ¡Eres delicioso, Tristán!
Gustavo carga con media docena de librotes para ir leyendo por el camino; y el maula de mi marido, que sólo piensa en su comodidad, se enfurece si le faltan las zapatillas, el gran gorro de seda, el cojín de viento... A todo tengo que atender, porque no podemos tener un criado para cada uno. Esos tiempos pasaron, ¡ay!, y se me figura que no han de volver.
Tristán se dirigió a este grupo, terció en la conversación y en cuanto le fue posible se arregló para sacar a Gustavo de allí y llevarle hacia un rincón donde había dos mecedoras. Ambos se sentaron uno frente a otro. Hablaron unos instantes de asuntos indiferentes. De pronto Tristán afectando una risita irónica: ¿A que no sabes, Gustavo, dónde te han visto hoy?
POR DON GUSTAVO ADOLFO B
Palabra del Dia
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