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Actualizado: 7 de mayo de 2025


Blanda coraza que se presta y se pliega, cediendo sin ceder del todo. Fué una revolución análoga á la de Gustavo Adolfo cuando aligeró á sus soldados de las pesadas armaduras de hierro, cubriendo el pecho con una coraza de sólido cuero de camello, aunque poco pesado y suave. Revolución atrevida, pero prudente.

Las golosinas de Gustavo Droz, de Halévy y aun de Maupassant, andaban en todas las manos femeninas, impresas en una forma adecuada para lectores sibaritas, e ilustradas con todas las voluptuosidades artísticas del taller de Goupil.

Todo lo contrario fué el gran novelista Gustavo Flaubert, que después de horrenda lucha con su estilo torturado, en una sesión de diez horas sólo podía producir una cuartilla impecable, eso , y maravillosa. Alejandro Dumas, padre, se contentaba con un vaso de limonada. Balzac hacía un enorme consumo de café, y Aurora Dupin, la Jorge Sand, fumaba como un marino.

Pero el ave guiadora, la abeja reina de aquel bando o enjambre era la esposa de Reynoso. ¡Cuánto rió, cuánto chilló, cuántas travesuras hizo aquella linda criatura! Gustavo Núñez no se apartaba de ella, sirviéndola de espolique y fiel escudero, porque caminaba a pie como la mayoría de los hombres, mientras las damas iban sentadas sobre los clásicos borriquitos.

Cirilo se pasó la mano por la frente y respondió con amargura: Ya ves, querida, que ningún día puede llamarse feliz hasta que suenan las doce de la noche. UN TROPEZÓN DE GUSTAVO

Y acto continuo se puso a hacer el elogio caluroso de aquel su amigo Gustavo, un pintor eminente que hacía ya algunos años había obtenido primera medalla en la Exposición, un hombre de mundo, elegante, fino, culto ¡y con unas salidas! Todo el mundo las celebraba en Madrid. Sofocado por la risa nuestro joven narró algunas de ellas. Clara escuchaba con fingida atención. En realidad estaba distraída.

Gustavo Núñez la mantenía en perpetua risa con sus bromas picantes y excéntricas. El lindo hotel de la Castellana se convirtió en centro bullicioso de placer. Elena se entregaba a él más que con pasión con verdadera rabia. Naturalmente, no había mujer más mimada, más agasajada de sus amigos.

Me parece que siempre se queda algo, que no vamos a alcanzar el tren, que me van a hacer pagar un sentido por exceso de peso... ¡Ya ve usted, catorce baúles! Es un laberinto de mil demonios. Leopoldito lleva su perro, María su gatita de Angora y Gustavo una jaula de pájaros para un amigo.

Mientras tanto Reynoso y Elena, Escudero, doña Eugenia y Araceli, todos los parientes en suma del afortunado autor recibían alegrísimos las enhorabuenas de los amigos y conocidos. Elena había tenido en el entreacto la visita de algunos, entre ellos de Gustavo Núñez, quien sólo permaneció a su lado algunos instantes grave y ceremonioso.

Gustavo Núñez se sentó en una butaca, encendió un cigarro y cruzando las piernas dijo con su habitual displicencia: Cuando era niño mi madre acostumbraba a leerme el Año cristiano antes de dormirme.

Palabra del Dia

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