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Actualizado: 5 de junio de 2025
Se templaban guitarras y vihuelas y oíase un murmullo preparatorio. De pronto, Beatriz se levantó. Ofreciósele de compañero el alférez Antonio de Castro, recién llegado de Nápoles y que juraba ¡per Baco! a cada instante, para hacer reír a las niñas. Todos pedían danzas diferentes: la pavana, la alemana, el pie del gibao, la gallarda.
Si yo fuera el marido dijo don Cleofás , más los tuviera por gatos que por músicos. Agora te parecerán galgos dijo el Cojuelo , porque otro competidor de la sastra, con una gavilla de seis o siete, vienen sacando las espadas, y los Orfeos de la maesa, reparando la primera invasión con las guitarras, hacen una fuga de cuatro o cinco calles.
Las tejas tenían un color azul encantado, y algunas ventanas, en plena claridad, suspendían en lo alto, barruntos de amor y de aventura. Loco bullicio de guitarras y laúdes subía de todos los barrios en el sosegado ambiente de la noche. Al cruzar una esquina oyeron hacia la izquierda ruido de cuchilladas y luego una voz ronca que gritó fuertemente: «¡Confesión! ¡Confesión!»
La orquesta, formada por dos guitarras y un acordeón, rompió con una habanera cadenciosa y sensual; las mujeres ocupaban los bancos, abanicándose complacidas; los hombres de pie, sobre uno de los costados descubiertos, las contemplaban «comentándolas», cuando avanzó Melchor y, parándose frente a la rubia que había tenido al lado en la mesa, se sacó un pequeño ramito del ojal y mientras los músicos suspendían la ejecución de la habanera, le dijo;
Mas en las tardes de carreras, la presencia de gentes extrañas, y especialmente á aquellos jinetes de aire arrogante, orgullosos de sus sillas chapeadas de plata, de sus armas y de los adornos metálicos de sus trajes, parecía esparcir un malestar provocativo, mezcla de odio y de envidia, entre los rotos que iban á pie. De pronto cesaban de sonar las guitarras y había un rumor de disputa.
Que vengan las muchachas, que vengan las guitarras gritó el de Rumblar, dueño ya tan sólo de la mitad de su corto entendimiento. Poenco, si las traes te hacemos... Te hacemos diputao... ¿Qué es eso? ¡Menistro! ¡Viva la libertad de la imprenta y el menistro señó Poenco!
En este local se verificaban los banquetes políticos y las juergas: se brindaba con fogosa oratoria por la regeneración de la patria, y se mecían y ensanchaban las curvas femeniles con el vaivén del tango, al runrún de las guitarras, mientras en los rincones sonaban besos y chillidos y se rompían botellas.
Pocos son los que no saben tocar la vihuela y el arpa , instrumentos de que se sirven para acompañar sus cantos amorosos; y tal es la causa de que los jóvenes, así en Madrid como en otras poblaciones, recorran de noche las calles con guitarras y linternas.
Los pastores cantaron y tocaron alegrísimas sonatas en sus guitarras, zampoñas y panderos; los muchachos quemaron petardos, y los repiques a vuelo con que en ese día se anuncia el toque del alba, invitando a los fieles a orar en las primeras horas del gran día cristiano, vinieron a mezclarse oportunamente al bullicioso concierto.
Unas veces era el pericón ó el gato, antiguos bailes argentinos, lo que danzaban los hijos del país; pero las más de las noches la cueca chilena enardecía horas enteras, con su palmoteo y sus gritos, al público del boliche. El dueño del establecimiento entregaba dos guitarras, guardadas cuidadosamente debajo del mostrador.
Palabra del Dia
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