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Actualizado: 12 de mayo de 2025


22 Le dice Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué hay porque te hayas de manifestar a nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús, y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió.

Guardará en su alma un tesoro de virtudes, pero desde luego se ve que carece de las dos virtudes cardinales que más nos importan: de la prudencia y de la fortaleza. Ramona se casa con un joven marqués sin que se vea en la novela que se casa por amor. Se casa por casarse y por ser marquesa. El marqués quiere dorar sus blasones por medio del casamiento, así como ella quiere blasonar su oro.

Convengo en que a primera vista esta proposición parece fea; pero, créame usted, aceptándola, evitamos mayores males. Se mudará a un barrio lejano donde no la conozcan, cambiará de nombre mientras no pueda ostentar el mío honrosamente, se guardará el mayor sigilo posible... El señor Ángel levantó sus ojos doloridos y exclamó con amargura: ¡Proponer eso a un padre, D. Laureano!

La culpa es tuya y nada más que tuya, que estabas continuamente insistiendo con la bromita de tu Pérez... ¡Alguna vez iba a divulgarse la noticia, si , la interesada, parecías hacer para ello lo posible!... ¿Querías que Vázquez te guardara eternamente el secreto?... Además, todavía no sabemos si ha sido él... ¡Y debemos presumir que en ningún caso él ha dado la noticia a esos papeluchos, y menos en esa forma asertiva y categórica!

Desconocido para todo el mundo, excepto para Ester, y poseyendo los medios de que ésta guardara silencio, escogió borrar su nombre de la lista de los vivos, considerar completamente disueltos sus antiguos lazos é intereses, y, en una palabra, darse por segregado del mundo como si en realidad yaciera en el fondo del océano, donde el rumor público hace mucho tiempo lo había consignado.

Ante todo no deja de ser realmente excepcional esta confidencia hecha por a todos ustedes, en un asunto que generalmente se tramita a solas con la propia conciencia; pero sería ridículo que tuviera secretos para contigo, Melchor, tratándose de un síntoma de salud moral, readquirida por tu esfuerzo; sería cuando menos pavo que los guardara para contigo, Lorenzo, en un caso en que nos hemos hecho confidencias y confesiones recíprocas, y sería ingrato con el amigo Baldomero, si no le contase cómo me fue con su consejo, pues han de saber ustedes que lo consulté con él.

Algo ha traído... Pues te contaré el negocio, que es grande, tremendo. Es un secreto que ha descubierto. ¡Un secreto!... Y lo guardará... como es debido. No, lo pone a disposición de todo el mundo. Ha hecho unos prospectitos, ¿sabes? Luego ha puesto un anuncio en los periódicos, diciendo que el que quiera saber el secreto del negocio mande veinte reales en sellos. Ajajá.

El se muere por «plantarle una fresca al lucero del alba», como suele decir, y cuando tiene un resentimiento, se «lo espeta a uno cara a cara». Como tiene trocados todos los frenos, dice de los cumplimientos que ya sabe lo que quiere decir «cumplo y miento»; llama a la urbanidad hipocresía, y a la decencia monadas; a toda cosa buena le aplica un mal apodo; el lenguaje de la finura es para él poco más que griego; cree que toda la crianza está reducida a decir «Dios guarde a ustedes» al entrar en una sala, y añadir «con permiso de usted» cada vez que se mueve; a preguntar a cada uno por toda su familia, y a despedirse de todo el mundo; cosas todas que así se guardará él de olvidarlas como de tener pacto con los franceses.

Ascendía el montón a diez y siete duros. No pudiendo decir a su señora la verdad, salió con el cuento de que una prima suya, la Rosaura, que comerciaba en miel alcarreña, le había dado unos duros para que se los guardara. «Dame, dame todo lo que tengas, Benina, así Dios te conceda la gloria eterna, que yo te lo devolveré doblado cuando los primos de Ronda me paguen lo del pejugar... ya sabes... es cosa de días... ya viste la carta».

Y si te dijera... Se detuvo con un gesto de fingida exasperación, como si se guardara las palabras más duras. Adriana seguía mirándola, distraída. Tan luego , Charito, dijo con acento amistoso tan seria, tan incapaz de una incorrección, darte cita con varios muchachos. ¿No comprendes que nadie podrá creerlo? Lo creen y lo repetirá todo el mundo.

Palabra del Dia

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