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Actualizado: 2 de junio de 2025


¿Qué dice usted? ¿Se perdió toda esperanza? ¿Estamos condenados de un modo irrevocable? Yo haré en lo posible ensayar la ciencia humana; pero de antemano te declaro que nada puede hacer contra esa enfermedad cuando llega al grado a que ha llegado ya la que mina a Magdalena. Y de los secos párpados del anciano rodaron dos gruesas lágrimas al pronunciar estas palabras. Amaury estaba enloquecido.

Si el remedio debe estar cerca del mal, justificado está, se levanten astilleros en las playas del Estrecho de San Bernardino en donde poder refugiarse, y componerse las cientos de averías más ó menos gruesas que suman todos los años aquel peligroso paso.

Tal vez se trate de una simple filtración dijo Van-Horn . Tenemos bomba a bordo y luego la haremos funcionar. Subid y echad la cuerda dijo el Capitán a Cornelio y Hans. Los dos hermanos echaron desde cubierta a la estiba dos gruesas maromas suspendidas de una garrucha.

Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo dije. Tontuela dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecución, vi que la puerta del cuarto contiguo se abría, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ataúd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo también sentí al verlo que la sangre se retiraba de mi cara.

La joven señala con el dedo un rótulo colocado arriba de la puerta y pregunta en voz baja y ansiosa: ¿Qué significa eso? En el rótulo se lee, en gruesas letras de oro, estas tres palabras: ¡Piensa en Fritz! Juan no contesta. Se deja caer en una silla, oculta el rostro entre las manos y llora amargamente. Gertrudis tiembla de pies a cabeza.

¡No se acuerda de ! murmuró Stein, mientras que dos gruesas lágrimas corrían por sus mejillas . No es extraño: las almas generosas olvidan el bien que hacen, como las agradecidas conservan eternamente en la memoria el que reciben. ¡Mal principio! dijo uno de los concurrentes . Un cirujano que llora; ¡estamos bien! ¡Qué desgraciada casualidad! añadió otro.

Volvió la cara para no verla, para no ver las lágrimas gruesas que corrían por las mejillas de Isidora, lava de su orgullo que como ardiente volcán bramaba en su pecho. Sin decir nada, vistiose ella. Botín tomó entonces un tonillo conciliatorio. No era todo lo fiera que es necesario ser para habitar en medio de los bosques. Tenía algo de hombre, si bien nada de caballero.

Y sucedió que de repente, en una noche de mucho calor, salió de la tierra, delante de las seis ventanas, un roble enorme con ramas tan gruesas y tanto follaje que dejó a oscuras el palacio del rey. Era un árbol encantado, y no había hacha que pudiera echarlo a tierra, porque se le mellaba el filo en lo duro del tronco, y por cada rama que le cortaban salían dos.

Al pronunciar estas últimas palabras, el rostro de Doña Blanca tomó una expresión sublime de dolor; sus mejillas se tiñeron de carmín ominoso como el de una fiebre aguda; dos gruesas lágrimas brotaron de repente de sus ojos.

13 y canela, y olores, y ungüentos, e incienso, y vino, y aceite, y flor de harina, y trigo, y bestias, y de ovejas; y de caballos, y de carros, y de cuerpos y almas de hombres. 14 Y los frutos del deseo de tu alma se apartaron de ti; y todas las cosas gruesas y excelentes te han faltado; y de aquí en adelante ya no hallarás mas estas cosas.

Palabra del Dia

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