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Actualizado: 23 de julio de 2025
Bebieron... El joven Telémaco empezó á hablar de su padre cuando los vasos sólo guardaban la mitad del «refresco», y el cocinero agitó ambas manos en el aire, dando un gruñido que significaba su deseo de no ocuparse de la ausencia del capitán. Tu padre volverá, Estevet añadió . Volverá, pero no sé cuándo. Seguramente más tarde de lo que asegura Tòni.
Maltrana contemplaba los perros, que abrían la marcha, silenciosos, con el cuello estirado y las orejas avanzadas, husmeando el negro horizonte, sin un gruñido, sin prestar atención a los compañeros de raza que ladraban en las lejanas huertas. Llevaban más de una hora de marcha, sin ver las tapias de El Pardo.
Pero, no importa: seguros debemos estar de que no yerra y de que el peligro existe; es algo amenazador que flota en el aire, que vibra, como un gruñido de cólera, en el estrépito con que los espectadores van ocupando sus asientos.
Previo un sordo gruñido de sus intestinos de cobre, soltaba un repique de cien campanillas de timbre agudo y disonante, y luego con voz grave y solemne daba la hora: ¡tón! ¡tón! ¡tón!... Yo, al ver aquellos relojes me decía: Uno para los clientes, el de pesas; otro, el de cristal, para el señor licenciado.
¡Tenéis algo mejor en que emplear vuestros tiros! exclamó en el momento en que pasaba a toda carrera, por el lindero del bosque, un animal semejante al puerco en la corpulencia. El joven, que se había vuelto al oir las voces de Hans, disparó contra la res; pero no debió acertarle de lleno, porque el animal desapareció en la espesura, después de lanzar un gruñido.
La infeliz criatura ha traído la vergüenza a nuestra casa, en señal de agradecimiento... No la ultrajes, madre dijo él con un gruñido feroz. ¡Muy bien sabes que era mi novia! Ella lanzó un grito de sorpresa, y su marido hizo un ademán de extrañeza.
«¿En dónde está el Pituso?» preguntó Jacinta a mitad del camino. Izquierdo miró al patio donde jugaban varios chicos, y no viéndole por ninguna parte, soltó un gruñido. Cerca del 17, en uno de los ángulos del corredor había un grupo de cinco o seis personas entre grandes y chicos, en el centro del cual estaba un niño como de diez años, ciego, sentado en una banqueta y tocando la guitarra.
Y más allá del círculo rojo trazado por las llamas, en el muro de sombras temblonas tras las cuales estaba lo desconocido, brillaban ojos coléricos, sonaba el rechinar de las uñas al afilarse, estallaba el gruñido de las bestias hambrientas, cegadas por tanto resplandor.
Entró con paso decidido, sin saludar a nadie, seguido del perro, que olisqueaba sus piernas con gruñido cariñoso, y fue rectamente a ocupar la silla vacía junto a Margalida: el lugar reservado a los pretendientes. Al sentarse se echó atrás la capucha y fijó sus ojos en la muchacha. ¡Ah! gimió ésta, pálida, con los ojos agrandados por la sorpresa.
Ea, ¡pardiez! si usted se entierra aquí en la flor de la edad madura, ¿quién nos dará lecciones de elegancia? ¿quién nos enseñará a vivir bien, a comerse correctamente una fortuna? ¿quién nos enseñará el arte de gustar a las mujeres, que se va perdiendo entre nosotros? El duque respondió con un gruñido como el borracho a quien se despierta bruscamente.
Palabra del Dia
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