Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 23 de julio de 2025
Venía el bárbaro dando resoplidos, cual si le rindiera la fatiga de tanto negocio como entre manos traía, y arrojando su pavero en el rincón y limpiándose con un pañuelo en forma de pelota el sudor de la nobilísima frente, soltó este gruñido: «Vengo de en ca Bicerra... ¿Ustés me recibieron?
Sólo al pasar por delante de alguna casa se oía dentro el gruñido amenazador de un perro que protestaba contra el desfile de la tropa a hora tan inusitada y tal vez que otra el no más dulce murmullo del sargento Alcaraz, que maldecía de la noche, de su suerte y de la madre que le había parido.
450 Y aquella voz de un solo, que empieza por un gruñido, lega hasta ser alarido de toda la muchedumbre, y ansí adquieren la costumbre de pegar esos bramidos. 451 De ese modo nos hallamos empeñaos en la partida; no hay que darla por perdida por dura que sea la suerte, ni que pensar en la muerte, sino en soportar la vida.
Entonces, con sorpresa de todos, vieron que el barón de Morel no sólo no había huido sino que se dirigía en derechura al oso con tranquilo paso, llevando en la mano el rojo pañuelo de seda que en ella tenía cuando hablaba con Simón y sus amigos. El oso llegó hasta él, dió un sordo gruñido, y alzándose sobre las patas traseras, levantó la poderosa zarpa.
A poco de estallar la guerra, unos hombres extraños vinieron por aquí y soliviantaron a los cerdos, a las gallinas y a otros muchos animales domésticos. ¿Cuánto os dan aquí por una docena de huevos? parece que les preguntaron a las gallinas. Y los jamones dijeron, dirigiéndose a los cerdos , ¿a cómo los vendéis? El cerdo, animal muy tradicionalista, dio un gruñido y no hizo caso.
Es el bramido del tigre un gruñido como el del chancho, pero agrio, prolongado, estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimiento involuntario en los nervios, como si la carne se agitara ella sola al anuncio de la muerte.
La vieja saludó con un gruñido a Jaime, que asomaba la cabeza para despedirse.
¡Eh! ¿por qué no he de pensar? replica el molinero con el sordo gruñido que le es peculiar y que acompaña siempre a sus lacónicos discursos. ¡Eh pilluelo! continúa y la bonachona sonrisa que lo caracteriza en las horas de buen humor se extiende sobre sus facciones toscamente trazadas, y las ilumina. ¿Te has incomodado, eh?
Palabra del Dia
Otros Mirando