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Actualizado: 23 de julio de 2025


Se pusieron a cenar, y mi amigo durante la cena y después de ella trató de captarse las simpatías, o por lo menos la benevolencia de la señora, prodigándole muchas atenciones y dirigiéndole a menudo la palabra. Todo fue inútil: la china contestaba con su gruñido acostumbrado, o a todo más, con algún monosílabo que revelaba su mal humor.

Pero desde que era de la Junta Ronzal, que había visto otros usos en sus cortos viajes, los porteros se inclinaban al pasar un socio sin importancia, y hasta dejaban oír un gruñido, que bien interpretado podía tomarse por un saludo; si era un individuo de la Junta se levantaban de su silla cosa de medio palmo, si era Ronzal se levantaban un palmo entero y si pasaba don Álvaro Mesía, presidente de la sociedad, se ponían de pie y se cuadraban como reclutas.

La puerta del corral estaba entornada. El perro, que sin duda había olfateado el agua, la empujó con el hocico. ¡Tuso!... le gritó la mujer. Pero como si este grito no bastara para ahuyentar al importuno huésped, cogió una piedra y se la arrojó con fuerza. El pobre animal esquivó el cuerpo lanzando un gruñido y enseñándole los colmillos a la mujer; luego continuó su camino.

Por fin de fines, los pícaros impuestos subsistieron y, entre gruñido y refunfuños, hubo de pagarlos todo aquel que, teniendo ley a su pescuezo, no ambicionara ponerlo en relaciones íntimas con el verdugo.

Si Frígilis estaba en el Parque, sentía un amparo cerca de . Se calmaba. Crespo subía una vez cada tarde a verla; pero no se sentaba casi nunca. Estaba cinco minutos en el gabinete, paseando del balcón a la puerta, y se despedía con un gruñido cariñoso.

Contestó Mauricia con un gruñido, como el de un mastín a quien dan con el pie para que se despierte. Sor Marcela puso junto a un plato de menestra y un pan. «La Superiora dijo , no quería que te trajera más que pan y agua; pero intercedí por ti... No te lo mereces. Aunque me proponga no tener entrañas, no lo puedo conseguir.

La santa se reía en sus barbas, y por fin le dijo: «No me tenga usted miedo, señor de Platón... ¿Por qué está usted tan asustado? No me como la gente. Si somos amigos usted y yo...». Señora dijo el modelo con un gruñido , cuando el endivido tiene necesidad, no pue ser caballero y hace cualquiera cosa.

Al verme, mi aspecto juvenil le causó tan evidente desagrado, que no pudo reprimir un sordo gruñido, por via de contestación á mi saludo. Era un nombre de regular estatura, de mirada fria y austera, bien avanzado en edad y con la barba enteramente rapada.

Los dos jóvenes, tras un gruñido de asentimiento del portero, entraron en la Patriarcal, comentando las extrañas preguntas de éste con risas que parecían alegrar el fúnebre silencio. Maltrana quiso que Feli viese la sepultura de su protectora, y los dos salieron de la avenida central para descender por una escalerilla en forma de túnel a un patio inmediato.

Tornó a sentarse a mi lado, diciéndome en voz que para ser confidencial tuvo que semejar a un sordo gruñido: Va usted a ver qué talento tan portentoso. La penetración de esta buena señora asombra a todo el mundo... Me eché a temblar, pensando que con tanta penetración no podría menos de descubrir al instante que yo no era oficial carlista, sino el novio gallego de su hija Gloria.

Palabra del Dia

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