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Un nuevo aplauso, un nuevo grito, mil y mil bendiciones á Dios pueblan el espacio. ¡El SOL! ¡El SOL! exclamamos todos con amorosa alegría. ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito sea Dios! repetimos, llenos de gratitud y de entusiasmo.....

Pues, mira; como vuelva a verte otra vez con ella, no me contento con lo que hoy hice... ¡Os clavo a los dos con una navaja! Ya te librarás de hacer nada de eso, ni presentarte siquiera delante de cuando esté hablando con otra mujer gritó el joven cada vez más enfurecido. ¡En cuanto te vea con esa pendanga! ¡Alza! ¡ya verás! ¡ya verás!

¿Qué hay? ¿Qué sucede? gritó, recogiendo del suelo el sombrero, el que debía ser amo de la casa. ¡Arriba, hombre, arriba! ¡Siempre en Babia! Emma así..., y fuera.... Esta frase del primo Sebastián le supo a Bonis a todo un tratado de arqueología; era del repertorio de las antigüedades clásicas de su servidumbre doméstica. Pero... ¿qué hay? ¿Qué tiene Emma?

El virrey puso el grito en el cielo y dijo, en un arrebato de cólera: que si su capellán iba desterrado, no haría el viaje solo, sino acompañado del fraile arzobispo.

Gritó, pateó, le arrojó la sortija a los pies y con ella todos los regalos que le había hecho antes. ¿Qué se había creído el tío silbante? ¿que ella era una tal y una cual? ¡Anda, que se había llevado buen chasco! Sortijitas a ella, ¿eh? Ya vería lo que lograba con sus alhajas... Romadonga aguantó a pie firme y con bastante calma el chubasco.

Sus labios se mueven gritó Florentina. Habla. , los labios de la Nela se movieron. Había articulado una, dos, tres palabras. ¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho? Ninguno de los dos pudo comprenderlo. Era sin duda el idioma con que se entienden los que viven la vida infinita. Después sus labios no se movieron más. Estaban entreabiertos y se veía la fila de blancos dientecillos.

No eran tan terribles. En Inglaterra se reirían oyéndoles hablar de tales gentes. Allí las despreciaban, si es que alguna vez hacían memoria de ellas. ¿Pero es que Londres es Bilbao? gritó exasperado el doctor. ¿Acaso Inglaterra es España? Ya yo que se ríen de ellos en todas las naciones modernas y poderosas: únicamente Francia se rasca de vez en cuando para echárselos lejos.

Se alzó, se aproximó más á él y con más claridad oyó la voz de un hombre que cantaba allá arriba. El canto no era del país sino playera andaluza. Entonces arrimando la boca al agujero gritó con todas las fuerzas que le quedaban: «¡CelsooFué un grito horrible, extraño, semejante á un aullido. Como si con él exhalara toda la vida que aún tenía, después de lanzarlo cayó al suelo desmayada.

Pero después, súbitamente acobardada, ya no quiso ir. Sólo sabía llorar, y se opuso a que el muchacho cumpliera su propósito de escaparse por las bardas del corral. Habían oído el auquido junto a la alquería, mucho después de los disparos; y al hablar de este grito, sonreía el muchacho con aire malicioso.

Palabras que dijo el señor Custodio por boca de Ben Zayb, periódico El Grito de la Integridad, artículo segundo, tontería ciento cincuenta y siete.» «¡Queridos hermanos en Jesucristo! «¡El mal sopla su impuro aliento sobre las verdes costas de la Frailandia, vulgo Archipiélago filipino!